domingo, 4 de septiembre de 2022

CADA DÍA SU AFÁN 10 de septiembre de 2022


BEATO JUAN PABLO I

El día 6 de agosto de 1978 moría en Castelgandolfo el papa Pablo VI.  Y el día 26, en el segundo día del cónclave, era elegido papa Albino Luciani, patriarca de Venecia.

Al día siguiente, domingo, antes del rezo del Angelus el nuevo papa explicaba a los fieles los motivos del nombre que había elegido.

Quería recordar a Juan XXIII que lo había consagrado obispo y al que había sucedido como pastor en Venecia. Además, recordaba que Pablo VI lo había creado cardenal y ante veinte mil personas en la plaza de San Marcos de Venecia le había impuesto su propia estola. Confesaba que no tenía la sabiduría del corazón del papa Juan, ni  la preparación y la cultura del papa Pablo, pero estando en su puesto, debía servir a la Iglesia. 

Aquel mismo día, el nuevo papa dirigió a la Urbe y al orbe un radiomensaje en el que deseaba a todo el mundo los dones de la paz, la misericordia y el amor. Comparaba a la Iglesia con la nave de Pedro que, “a pesar de todo, está viva en el corazón de los hombres, incluso de aquellos que no comparten su doctrina y no aceptan su mensaje”.

   Por eso sabía  que  ponerse al servicio de la misión universal de la Iglesia, implicaba la voluntad de servir al mundo entero, “sirviendo a la verdad, a la justicia, a la paz, a la concordia, a la cooperación, tanto en el interior de las naciones, como de los diversos pueblos entre sí”.  

  Según él, la Iglesia está llamada a dar al mundo ese «suplemento de alma» que tantos reclaman y que es el único capaz de traer la salvación. Tras mencionar la herencia de sus predecesores, manifestaba los propósitos con los que asumía el ministerio papal:

• Continuar en la prosecución de la herencia del Concilio Vaticano II, cuyas sabias normas debían ser todavía llevadas a cumplimiento.  

• Conservar intacta la gran disciplina de la Iglesia en la vida de los sacerdotes y de los fieles, para lo cual prometía la publicación del nuevo Código de Derecho Canónico.  

• Recordar a la Iglesia entera que su primer deber es el de la evangelización, cuyas líneas maestras había presentado Pablo VI en la exhortación “Evangelii nuntiandi”. 

• Continuar el esfuerzo ecuménico, escuchando el gran mandato de Cristo: “Que todos sean uno”.   

• Proseguir con paciencia y firmeza el diálogo sereno y eficaz que el mismo Pablo VI, había propuesto como estilo de su acción pastoral en la encíclica “Ecclesiam suam”.  

• Secundar todas las iniciativas encaminadas a tutelar la paz en el mundo, para superar la violencia ciega y promover  la convivencia internacional, el progreso social y el desarrollo de los pueblos menos dotados de bienes materiales, pero ricos en energías y aspiraciones.

Su pontificado duró solo treinta y tres días. Su beatificación nos invita a preguntarnos si hemos acogido y fomentado aquellos propósitos de Juan Pablo I.

                                                                                                   José-Román Flecha Andrés