BEATO JUAN PABLO I
El día 6 de agosto de 1978 moría en
Castelgandolfo el papa Pablo VI. Y el
día 26, en el segundo día del cónclave, era elegido papa Albino Luciani,
patriarca de Venecia.
Al día siguiente, domingo, antes del rezo del
Angelus el nuevo papa explicaba a los fieles los motivos del nombre que había
elegido.
Quería recordar a Juan XXIII que lo había consagrado obispo y al
que había sucedido como pastor en Venecia. Además, recordaba que Pablo VI lo
había creado cardenal y ante veinte mil personas en la plaza de San Marcos de
Venecia le había impuesto su propia estola. Confesaba
que no tenía la sabiduría del corazón del papa Juan, ni la preparación y la cultura del papa Pablo,
pero estando en su puesto, debía servir a la Iglesia.
Aquel mismo día, el nuevo papa dirigió a la Urbe y al orbe un
radiomensaje en el que deseaba a todo el mundo los dones de la paz, la misericordia
y el amor. Comparaba a la Iglesia con la nave de Pedro que, “a pesar de todo, está
viva en el corazón de los hombres, incluso de aquellos que no comparten su
doctrina y no aceptan su mensaje”.
Por eso
sabía que ponerse al servicio de la misión universal de
la Iglesia, implicaba la voluntad de servir al mundo entero, “sirviendo a la
verdad, a la justicia, a la paz, a la concordia, a la cooperación, tanto en el
interior de las naciones, como de los diversos pueblos entre sí”.
Según él, la Iglesia está llamada a dar al
mundo ese «suplemento de alma» que tantos reclaman y que es el único capaz de
traer la salvación. Tras mencionar la herencia de sus predecesores, manifestaba
los propósitos con los que asumía el ministerio papal:
• Continuar en la prosecución de la herencia del Concilio Vaticano
II, cuyas sabias normas debían ser todavía llevadas a cumplimiento.
• Conservar intacta la gran disciplina de la Iglesia en la vida de
los sacerdotes y de los fieles, para lo cual prometía la publicación del nuevo
Código de Derecho Canónico.
• Recordar a la Iglesia entera que su primer deber es el de la
evangelización, cuyas líneas maestras había presentado Pablo VI en la
exhortación “Evangelii nuntiandi”.
• Continuar el esfuerzo ecuménico, escuchando el gran mandato de
Cristo: “Que todos sean uno”.
• Proseguir con paciencia y firmeza el diálogo sereno y eficaz que
el mismo Pablo VI, había propuesto como estilo de su acción pastoral en la
encíclica “Ecclesiam suam”.
• Secundar todas las iniciativas encaminadas a tutelar la paz en el
mundo, para superar la violencia ciega y promover la convivencia internacional, el progreso
social y el desarrollo de los pueblos menos dotados de bienes materiales, pero
ricos en energías y aspiraciones.
Su pontificado duró solo treinta y tres días. Su beatificación nos
invita a preguntarnos si hemos acogido y fomentado aquellos propósitos de Juan
Pablo I.