DON DE CIENCIA
La
sola mención de la ciencia lleva al hombre de hoy a pensar exclusivamente en el
conocimiento de los fenómenos de la naturaleza. Lo que importa de verdad es
adquirir un conocimiento práctico y teñido de utilitarismo.
La
ciencia se ha convertido en nuestros días en un medio para la consecución de
otros fines, con mucha frecuencia vinculados al mundo comercial o a la
afirmación del poder.
Así
que considerar la ciencia como un don del Espíritu Santo es ya una provocación
para una sociedad marcada por la autoafirmación personal o grupal y por la
orientación pragmática del conocimiento.
Sin
embargo, tanto la tradición judía como la reflexión cristiana han fijado su
atención en esa ciencia preciosa que tiene a Dios como origen y también como
“contenido”, si así se puede decir.
Según
el libro del Génesis, en el paraíso original existe un árbol de la ciencia del
bien y del mal. Esa ciencia, que es privilegio de Dios, no es la omnisciencia,
sino la facultad de reconocer el principio del bien y del mal, que no se debe
al ser humano sino al mismo Dios creador.
La ciencia de Dios, que el hombre ambicionaba
ya en el primer paraíso, se le entregará
un día como don del mismo Dios en el paraíso mesiánico y en una plenitud solo
comparable a la del mar.
De
hecho, Jesús sugiere a la mujer samaritana la necesidad de abrirse a una
ciencia que desconoce: “Si conocieses el don de Dios y quién es el que te pide
de beber, tú le habrías pedido a él y él te daría un agua viva que salta hasta
la vida eterna”.
Por
tanto, el don de ciencia no es tan solo una ayuda para saber nuevas cosas, sino
para conocer a Jesús y su misión, para aceptar su mensaje y su testimonio.
El
Espíritu prometido por Jesús es anunciado como el Paráclito, que ha de ser
esperado como maestro de la verdad y portador de la ciencia. Mediante su
unción, el Espíritu enseña a los discípulos todas las cosas.
La
historia de la salvación puede ser pensada como un relato de las efusiones del
Espíritu de Dios, que se hace don para los creyentes y les otorga sus dones.
Entre ellos sobresalen el conocimiento de la verdad, la valentía para
proclamarla y la capacidad de discernimiento ante los valores ofrecidos por el
mundo.
Gracias
a este don de ciencia, los seguidores de Jesús podrán denunciar proféticamente el conocimiento falso que trata de desviar
a los seres humanos de su verdad natural y de su fin sobrenatural. Es urgente
superar la ingenuidad del rebaño y hacer una lectura crítica del pensamiento
que se presenta como “políticamente correcto”.
En
consecuencia, el don de ciencia ayudará a los creyentes a anunciar la posibilidad y la alegría de conocer a Dios, de
comprender al hombre y de valorar en su justo precio las realidades de
este mundo.