UN DOBLE AMOR
“Haz esto y tendrás la vida”.
(Lc 10,28)
Señor Jesús,
tú sabes que andamos demasiado preocupados por conseguir satisfacciones
inmediatas. Es verdad que esas satisfacciones son pasajeras y engañosas. Sin embargo, nos dejamos seducir
por los encantos de la vida temporal. Con frecuencia olvidamos el ideal de
alcanzar la vida eterna.
Con engaño o sinceridad, un letrado te preguntó
el modo de alcanzarla. En realidad, ya sabía él que el camino verdadero pasa
por la escucha y el cumplimiento de los dos mandamientos principales. Dos mandatos que orientaban la vida del
cliente para amar a Dios y amar también al prójimo.
“Haz esto y tendrás la vida”. Con ese consejo tan escueto y tan certero que
dabas a aquel letrado tú aprobabas una auténtica opción de vida. Tú estabas de
acuerdo en admitir que en ese doble amor se encontraba la respuesta a su propia
pregunta. Es ese doble amor el que nos lleva alcanzar el premio de la vida
eterna.
Sin
embargo, una y otra vez habría de surgir la tentación de separar esos dos
amores. Algunas personas piensan que basta amar a Dios y se desentienden de la
situación y de las necesidades del prójimo. Algunas otras se muestran
preocupadas por las desgracias de los demás y colaboran con generosidad para
remediarlas, aunque ignoran el amor de
Dios y el amor a Dios.
En la
primera carta de Juan se nos dice que las dos actitudes son equivocadas. Si
decimos que amamos a Dios y no amamos al prójimo caemos en la mentira. Si
pretendemos amar al prójimo, ignorando
el amor de Dios caemos en el error. Solo
Dios es la fuente del amor. Y solo le amamos de verdad cuando amamos a sus
hijos que son nuestros hermanos.
“Haz esto y tendrás la vida”. Señor Jesús, con tu ejemplo nos exhortas a unir esos dos amores. Enséñanos a abandonar nuestra indiferencia para poder descubrir el dolor de los demás. Y para hacernos prójimos de todos los necesitados que encontramos por el camino. Amén.
José-Román Flecha Andrés