LA EUCARISTÍA COMO ENCUENTRO
El día 22 del pasado mes de junio el
papa Francisco ha publicado la exhortación apostólica “Desiderio desideravi”. El título está tomado de las palabras con las
que Jesús manifiesta hasta qué punto había deseado celebrar con sus discípulos
la que había de ser su última cena.
Situándonos en ese momento, el papa
Francisco quiere ofrecer unas reflexiones sobre la celebración del sacramento
de la eucaristía. Ya desde el inicio nos recuerda que la santa misa no es una
representación más o menos atrayente sino que es un encuentro con Jesucristo.
Como se sabe, la Constitución sobre la
sagrada liturgia fue el primer documento del concilio Vaticano Segundo. Esa
prioridad tuvo la ventaja de atraer la atención de los católicos hacia la
importancia de la celebración de los sacramentos. Pero al mismo tiempo suscitó
el rechazo de quienes pretendían ser fieles a la fe cristiana manteniendo el
uso del misal promulgado por San Pío V.
En este nuevo documento el papa
Francisco desea superar divisiones y resentimientos para que encontremos todos juntos
el sentido de la celebración eucarística.
Para ello nos invita a vencer la tentación
de la mundanidad y también las dos herejías del gnosticismo y del
neopelagianismo, que ya ha analizado en otras ocasiones. La primera nos
intoxica con el veneno del subjetivismo, mientras que la Eucaristía representa
el realismo de la Redención. La segunda nos inyecta el veneno de la
autosuficiencia, mientras que la eucaristía
se revela como la obra del Señor, no debida a la fuerza de nuestra voluntad.
El Papa nos exhorta a estudiar y a
explicar a los demás el significado del
misterio eucarístico. Según él, tanto los sacerdotes como los fieles laicos
necesitamos una seria y continua preparación. La celebración es un arte que no
puede improvisarse ni se aprende en unas clases de oratoria o representación.
Recordando tanto al teólogo Romano Guardini
como al papa san Pablo VI, subraya una y otra vez la belleza de la celebración
de la santa misa. Una belleza que no consiste en el mero ritualismo sino en la
veracidad de lo que significan los ritos, las palabras, los cantos y los mismos
gestos.
Sin pretender insistir sobre el papel de
la homilía, a la que se ha referido en otras ocasiones, añade unas preciosas
indicaciones sobre el espíritu que ha de informar al sacerdote que celebra para
que no se sienta el protagonista en el lugar de Jesucristo.
Y a toda la asamblea litúrgica el papa
Francisco le recuerda la importancia que tiene el silencio en esa celebración,
en la que la comunidad está llamada a encontrarse con su Señor.
Es de esperar que esta exhortación apostólica sea leída y reflexionada tanto por los fieles individuales como por los distintos grupos de reflexión en la Iglesia.
José-Román Flecha Andrés