EL ESCÁNDALO DE LA CRUZ
La
visión de la esperanza nada mengua al dolor y a la congoja de los que van
haciendo un camino de dolor y de renuncias.
A
pesar de su dignidad, nada se le ahorró a nuestro Señor y Redentor, como bien
lo expresaba fray Luis de León: “¿Qué no sufrió de los hombres por amor de los
hombres? ¿De qué injuria no hicieron experiencia en él los que vivían por él?...
Añadieron a las bofetadas azotes, y a los azotes espinas, y a las espinas
clavos y cruz dolorosa”.
No
era invulnerable como los héroes mitológicos de antes y de ahora. A la tortura del
suplicio y de la cruz, Jesús de Nazaret unía los dolores del sinsentido de un
mundo empecinado en el absurdo y el pecado.
Con
él han subido hasta la cruz todos los dolores y todos los alivios, toda blasfemia
y toda abnegación.
Con
él han subido a la cruz las humanas resistencias y los humanos anhelos; el ser
y los proyectos, la confusión y el aguardo, la vela y los desvelos.
Con
él han subido a la cruz los que no logran entender el sublime don de la
humanidad y los que tienen difícil la inmensa tarea de la hombría.
Con
él suben a la cruz los traicionados con un beso o con promesas de futuros
imposibles, los secuestrados y juzgados por oscuras soberanías de grupo e
ideología.
Con
él suben a la cruz los despojados por motivos de reconversión o de progreso, los humillados por falsas libertades o en
encuentros sin amor y compromiso.
Con
él ha subido a la cruz el proyecto de una fraternidad mal proyectada, que ha
olvidado la cultura de la vida y de la fe, del amor y la esperanza.
Pero
con él ha subido a la cruz la promesa de una nueva humanidad, libre y
rescatada, triunfadora del sinsentido y de la náusea.
Así
lo proclamaba ya Unamuno: “Que eres, Cristo, el único Hombre que sucumbió de
pleno grado, triunfador de la muerte, que a la vida por Ti quedó encumbrada. Desde
entonces por Ti nos vivifica esa tu muerte, por Ti la muerte se ha hecho
nuestra madre, por Ti la muerte es el amparo dulce que azucara amargores de la
vida, por Ti, el hombre muerto que no muere, blanco cual luna de la noche”.
Escándalo
para los que piensan en Dios en términos de poder. Locura para los que ven la
salvación en clave de sabiduría. He ahí la cruz, salvación para los que creen
en el Crucificado.
Los
que le buscan, tratando de esquivar la cruz, no hallarán al Verdadero. Los que
llevan la cruz, aun sin buscarla, ya recorren su Camino. Porque de la muerte
del que se ha desvivido por los otros brota la Vida para los que van
malmuriendo cada día.
Como la antigua serpiente de bronce levantada en las estepas, Jesús de Nazaret atrae hacia sí toda mirada y devuelve a los heridos la salud y la esperanza.
José-Román Flecha Andrés