LLENO DEL ESPÍRITU
“El Espíritu del Señor está sobre mí”
(Lc 4,18)
Señor
Jesús, la mayoría de la humanidad ni siquiera te conoce. Muchas personas han
oído tu nombre alguna vez, pero no saben mucho más de ti. Aun para algunos de
tus seguidores, tú eres solamente “un famoso desconocido”.
Sin embargo, en tu aldea de Nazaret te
atribuiste unas palabras que se encontraban en el rollo de Isaías: “El Espíritu
del Señor está sobre mí”. Aquella presentación resultó escandalosa para las
gentes de tu aldea. Creían conocerte bien. Y de pronto tú eras una sorpresa
para todos.
Al
proclamar que el Espíritu de Dios estaba sobre ti, te identificabas con los
antiguos profetas de tu pueblo. Pero todos en la aldea sabían que no te habías
formado a los pies de algún conocido maestro. Y se preguntaban cuándo habías
oído una llamada de los cielos.
Hoy
sabemos que en eso precisamente consiste la fe. Creemos que tú has sido elegido
y enviado por Dios. Eres el ungido, es decir el Mesías de Dios. Más aún, eres
el Hijo de Dios. No eres un mensajero más. Eres el mismo mensaje y la palabra
de Dios que se ha hecho carne.
El
Espíritu de Dios está sobre ti. Reconocemos que tu palabra es creadora. No son
nuestros proyectos los que dan soporte y firmeza a nuestro mundo. No son nuestras ideas las que orientan
a la humanidad. No son nuestros deseos los que pueden guiar a nuestra
sociedad.
Tú
nos diste a entender que el Espíritu no te hacía poderoso como un emperador. No
te otorgaba la autoridad de los sacerdotes del templo. No te concedía una
fuerza mágica para eliminar todos los obstáculos de la vida. No te hacía
fabulosamente invulnerable.
El
Espíritu te enviaba por los caminos del mundo para que escucharas el lamento de
los corazones desgarrados. Habías de anunciar la buena noticia del Reino de
Dios a los pobres. Y pretenderías liberar a todos los esclavos y oprimidos. Que
tu gracia nos ayude a aprender esa lección. Amén.
José-Román Flecha Andrés