SANTIAGO APÓSTOL
“El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a
Santiago, hermano de Juan” (Hch 2,2). Nos deja sin aliento esta simple
anotación del libro de los Hechos de los Apóstoles. A continuación se nos dice
que aquella decisión asesina parecía agradar a los judíos. Así que Herodes
decidió también apresar a Simón Pedro.
Sin saberlo, aquel rey estaba dando
cumplimiento a la profecía que Jesús había dirigido un día a aquellos dos hijos
de Zebedeo. Después de veinte siglos, nosotros respondemos a esa noticia
cantando: “Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben”
(Sal 66). Así reconocemos el valor del testimonio de los apóstoles.
Aquellos elegidos por el Maestro llevaban un precioso tesoro en sus vasijas de barro. Sabían y demostraban que la fuerza del Evangelio no provenía de ellos sino de Dios (2 Cor 4,7). Estas palabras que Pablo escribió a los corintios se pueden aplicar a todos los enviados por el Señor.
BEBER EL CÁLIZ
En la costa del lago de Galilea, Santiago
y Juan habían escuchado la llamada de Jesús. Inmediatamente habían dejado a su
padre la barca y las redes y habían seguido al Maestro.
Pero un día demostraron que pretendían
de Jesús los puestos de mayor importancia en su Reino. Bien a las claras
quedaba su deseo de conseguir poder y renombre. Pero Jesús contestó a su
petición, preguntándoles si estaban dispuestos a beber el cáliz del dolor y de
la muerte que él mismo habría de apurar (Mt 20,20-28).
Los dos hermanos respondieron que
estaban decididos a seguir a su Maestro hasta el fin. Tal vez no entendían por
el momento que ser grandes en el Reino del Señor no se consigue por medio del
poder, sino de la entrega de la propia
vida al servicio de los demás.
El mensaje de Jesús era claro, pero no era fácil de comprender. Con demasiada frecuencia, también nosotros procuramos alcanzar algo de fama y de prestigio. A todos nos gusta sobresalir por encima de nuestros compañeros y vecinos. Deseamos ser reconocidos por los demás, tener una cierta influencia o conseguir un poco de poder.
VIVIR Y SERVIR
El
evangelio de Mateo pone en boca de la madre de Santiago y de Juan una petición
de honores para sus hijos. Los demás apóstoles se indignaron contra ellos. Pero
Jesús advirtió a todos sus apóstoles sobre el sentido que el poder y la
grandeza tendrían en su Reino.
• “El que quiera ser grande entre
vosotros, que sea vuestro servidor”. Jesús no pretendía condenar el anhelo
humano de crecer y madurar. Pero nos exhortaba a reconocer que la grandeza de
la persona no está en el “tener” sino en el “ser”. No es grande quien domina a los
demás, sino quien vive desviviéndose por los otros.
• “El que quiera ser primero entre
vosotros, que sea vuestro esclavo”. Jesús no quería eliminar el deseo humano de
superarse o realizarse en la vida. Pero nos enseñaba que la importancia de una
persona no puede valorarse por el dominio sobre los demás sino por el servicio
que les presta. Quien no sirve a los demás no sirve para nada.
- Señor Jesús, nosotros creemos que tú no has venido a ser servido, sino a servir. De hecho has entregado tu vida por nosotros. Perdona nuestra arrogancia. Y enséñanos a poner el ideal de nuestra vida en poder servir con humildad y generosidad a todos nuestros hermanos, especialmente los más necesitados. Amén.
José-Román Flecha Andrés