EL
SERVICIO
“El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir”
(Mt 20,28)
Señor
Jesús, todos buscamos una habilidad por la que podamos sentirnos superiores a
nuestros compañeros o a nuestros vecinos. Nos encanta sobresalir. Aspiramos a
ocupar un puesto que nos ayude a considerarnos más importantes que los demás.
Es
verdad que a veces decimos que todo cargo es una carga. Pero no nos lo creemos de
verdad. Ya ves cómo se sienten las personas cuando tienen que dejar el puesto
de importancia que venían ocupando. Algunas pueden llegar a caer en un
lamentable estado de depresión.
El
evangelio de Marcos nos dice que Santiago y Juan te pidieron que les
concedieras sentarse en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda” (Mc
10,37). El evangelio de Mateo trata de suavizar la petición, poniéndola en los
labios de la madre de esos dos hijos de Zebedeo (Mt 20,21).
En
ambos casos, se nota la indignación de los otros diez apóstoles. Y se nos dice
que tú aprovechaste la ocasión para exponer a tus seguidores el criterio de la
verdadera grandeza. Es grande quien sirve a los demás, no quien pretende
hacerse servir.
Pero
los textos no adoptan el tono de un fácil
moralismo. No hemos de servir a
los hermanos porque tú lo has ordenado así. Una acción no es buena por haber
sido mandada. Al contrario, puede ser mandada porque es buena para la persona y
para la sociedad.
Ya
veo que tú has dado un paso más. No presentas el servicio al prójimo como una
nota de educación o de elegancia social. Tampoco quieres que lo veamos como un
expediente, más o menos fácil y sincero, para ascender en la escala social o
política.
Me
alegra saber que solo tú eres la última razón de ese cambio de valores. Yo he
de servir a los demás, porque creo que tú has venido a servir y no a ser
servido. La clave de mis actitudes eres solo tú. Dame tu luz para que pueda vivir
siempre en esa convicción y para dar testimonio de ella.
José-Román Flecha Andrés