RACISMO Y VIOLENCIA
En la audiencia general del miércoles 3 de junio de 2020, el papa
Francisco había impartido su catequesis habitual sobre la oración de Abraham.
El patriarca había escuchado la voz de Dios que lo invitaba a dejar su tierra y
sus raíces familiares para seguir un camino que desconocía.
Su voz lo había llevado a elevar altares a Dios por los lugares
que iba conociendo. Además recibía con la proverbial hospitalidad de
los nómadas a los peregrinos que habían llegado hasta
su tienda, allá en el encinar de Mambré. Y hasta había escuchado la voz que, de
un modo que es preciso explicar una y otra vez, lo había llevado a comprender
que Dios no quiere sacrificios humanos, sino un corazón creyente, sincero y
misericordioso.
Una vez terminada su catequesis, el Papa dirigió sus habituales
saludos a los fieles, subrayando un punto u otro según las diversas lenguas.
Pues bien, al saludar a los fieles de lengua inglesa conectados a través de los medios de comunicación social, se dirigió
especialmente a los hermanos y hermanas de los Estados Unidos. En la mente de
todos estaba sin duda la muerte de George Floyd, un hombre de color que había
fallecido asfixiado por la rodilla de un policía.
El Papa afirmó haber seguido con gran preocupación los dolorosos
desórdenes sociales que se han venido sucediendo en los Estados Unidos, como consecuencia de esa trágica muerte,
que el Papa no describió.
Sin embargo, afirmó con una evidente
intención que “no podemos tolerar ni podemos cerrar los ojos ante cualquier
tipo de racismo o de exclusión, mientras pretendemos defender la sacralidad de
toda vida humana”. Sin duda, todos recordamos muchas manifestaciones a favor de
los derechos humanos que resultan más
que ambiguas.
Con
todo, el Papa tuvo también unas palabras sobre las violentas reacciones que se
han desencadenado como protesta ante esa muerte. Francisco afirmaba que la
violencia que se ha podido observar por todas partes destruye y lesiona a los
mismos que la llevan a cabo. Y añadía una frase que recuerda una famosa
declaración de Pío XII en vísperas de la segunda guerra mundial: “Nada se gana
con la violencia, mientras que es mucho lo que se pierde”.
A continuación, el Papa decía unirse a
las iglesias de Saint Paul, de Minneapolis y de todos los Estados Unidos, para “orar
por el descanso del alma de George Floyd
y de todos los demás que han perdido la vida a causa del pecado del racismo”.
Además nos invitaba a todos a orar
pidiendo el consuelo para las familias y para sus afligidos amigos, y rogando
por la reconciliación nacional y por la paz que todos anhelamos.
Deseaba finalmente el papa Francisco
que Nuestra Señora de Guadalupe, Madre de América, interceda por los que
trabajan por la paz y la justicia en los Estados Unidos y en todo el mundo.
Evidentemente, es necesaria y urgente
una seria reflexión sobre todos los racismos y sobre la espiral de violencia
con que se trata de frenar la violencia.