lunes, 30 de marzo de 2020

VIA CRUCIS -2020



LA ESPERANZA

          Nuestra esperanza está en Cristo, porque en Él se ha completado ya lo que se nos ha prometido y que nosotros esperamos conseguir.
San Agustín, Contra Fausto, 11,7.

1ª Estación: Jesús es condenado a muerte

     El pueblo esperaba una liberación inmediata, fulgurante. Habían aguardado mucho tiempo en vano. Y habían puesto en Jesús sus ilusiones y espe­ranzas. Pero se sintieron defraudados por el profeta de Nazaret. Quizá por eso pidieron a gritos su muerte. Quizá por eso prefirieron a Barra­bás. La esperanza de una vida mejor les impidió abrazar la esperanza de la vida verdadera.
     Jesús Maestro, enséñanos a mantener los altos ideales, a pesar de las dificultades.
     Jesús Hermano, acompaña a los que se ven defraudados en sus expectativas.
     Jesús Señor, perdona tú nuestra impaciencia por alcanzar las metas más altas.


2ª Estación: Jesús sale al camino con la cruz

     El camino es una de las grandes metáforas de la vida humana. A través de los caminos, Abel, el nómada, se descubrió a sí mismo. En los caminos, también Abraham descubrió a su Dios. Cami­nan­do­ por el desierto, las tribus de Israel se des­cu­brieron­ como pueblo elegido por Dios. También Jesús de Nazaret ha vivido por los caminos. También para morir tiene que ponerse en actitud caminante.­

     Jesús Maestro, enséñanos a vivir siempre en camino como tú has vivido.
     Jesús Hermano, acompaña tú los pasos de los inquietos y de los buscadores.
     Jesús Señor, confesamos con fe que tú eres a la vez nuestro camino y nuestro guía.

3ª Estación: Jesús cae por primera vez

     En el camino de la esperanza humana, la primera caída es siempre la de la pereza. Así ocurrió en otro tiempo. La añoranza de las tierras de Egipto mantenía inmóviles a los antiguos esclavos. No le fue fácil a Moisés moverlos a abandonar la comodidad para echarse al riesgo de los caminos que se abrían en el desierto. Sin embargo, Jesús venció esta tentación. Y nosotros no podemos quedarnos instalados en la comodidad.

     Jesús Maestro, enséñanos a vivir una esperanza activa y comprometida.
     Jesús Hermano, acompaña a los que se deciden a comenzar cada día una nueva tentativa.
     Jesús Señor, perdona tú esa cómoda poltronería que nos invita a no arriesgar nada.

4ª Estación: Jesús encuentra a su madre

     También María de Nazaret tuvo que salir una vez a los caminos en busca de Jesús. Su esperanza se le convirtió entonces en inseguridad. Lo encontró en el templo cuando era todavía adolescente, rodeado por los hombres de la Ley. Igual que ahora lo encuentra en las calles de Jerusalén, azuzado por los hombres de la Ley. También hoy, por los caminos del mundo, los bus­ca­dores de la Verdad, se encuentran con los hombres de la Ley.

     Jesús Maestro, enséñanos a buscar la verdad, sin desalentarnos por las dificultades.
     Jesús Hermano, acompaña a los que andan perdidos o desconcertados por la propaganda.
     Jesús Señor, perdona tú nuestro legalismo y la sequedad que mata nuestra vida.


5ª Estación: Jesús es ayudado por Simón de Cirene

     «Los gozos y esperanzas de los hombres son también los gozos y esperanzas de los cristianos», ha dicho el Concilio Vaticano II. En realidad, también las tristezas y las angustias deberían sernos comunes. En el camino de la vida no podemos evadirnos de nuestra responsabilidad ante el dolor humano. También los hombres y mujeres de hoy esperan encontrar en cada uno de nosotros un Cireneo.
     Jesús Maestro, enséñanos a crear un mundo de esperanzas para todos los marginados.
     Jesús Hermano, acompaña con tu fuerza a todos los que deciden ayudarnos.
     Jesús Señor, descúbrenos siempre que «tu carga es ligera» y que hemos de llevar las cargas de nuestros hermanos.


6ª Estación: La Verónica limpia el rostro de Jesús

     Su nombre significa «verdadera imagen». Gracias a la leyenda, se ha convertido en símbolo de todos los seguidores de Jesús. Ellos saben que por todas partes pueden ir descubriendo las «semillas de la Palabra». Las encontrarán dondequiera que florezcan la verdad, la bondad y la belleza. Y, sobre todo, cuando alivien el dolor de sus hermanos. La osadía de la Verónica es un gran modelo para la esperanza cristiana. No nos permite desmayar en la búsqueda del rostro de Cristo.
     Jesús Maestro, enséñanos a «dar razón de la esperanza» siempre que se nos pida.
     Jesús Hermano, acompaña con tu gracia a los que buscan tu rostro por el mundo.
     Jesús Señor, perdona que llamemos prudencia a la cobardía que nos impide salir a tu encuentro en los pobres.


7ª Estación: Jesús cae por segunda vez

     En el camino de la esperanza, la segunda caída es la de la desesperación. Puede ser trágica o trivial. Se confunde con el desaliento de los que piensan que nunca podrán alcanzar la meta. Por eso abandonan el riesgo del caminar y buscan otras ocupaciones más placenteras. El pueblo de Israel sucumbió a esta tentación ante el anuncio de los exploradores enviados por Moisés a la tierra prometida. También Jesús debió de sentir esta prueba ante la dureza de los suyos. Nosotros abandonamos la llamada de la esperanza y nos «divertimos» con otros sucedáneos.

     Jesús Maestro, enséñanos a vivir una esperanza humilde y renovada cada día.
     Jesús Hermano, acompaña tú a todos los que se sienten desalentados y cansados.
     Jesús Señor, perdona tú la facilidad con que aceptamos el fracaso de nuestras esperanzas mejores.


8ª Estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén

     El pueblo de Israel había sido llamado a vivir pendiente de las promesas de Dios. Durante el camino por el desierto había aprendido a vivir de la esperanza comunitaria. Las mujeres de Jerusalén son como la imagen del fracaso de todo un pueblo. Ellas recuerdan a Jesús que muchas veces las esperanzas de los pueblos mueren aplastadas por la opresión o por la rutina. Y Jesús lo siente por ellas y por el pueblo al que representan sin saberlo.

     Jesús Maestro, enséñanos a vivir de una esperanza común, compartida y solidaria.
     Jesús Hermano, acompaña a los que sueñan por su pueblo y sufren el peso de esos sueños.
     Jesús Señor, fortalece con tu gracia la esperanza de los débiles, los cansados y los decepcionados.


9ª Estación: Jesús cae por tercera vez

     Hay todavía otro gran pecado que nos acecha en el camino de la esperanza: la tercera caída es la de la presunción. La altanería de los que piensan que ya han logrado todas las metas y por eso abandonan la fatiga del caminar. Apenas pasado el Mar Rojo, el pueblo de Israel quiso permanecer tranquilo entre las fuentes y palmeras del primer oasis. Jesús presenció muchas veces la satisfecha seducción de los suyos. También nosotros creemos haber llegado a la meta de la experiencia humana y de la vivencia religiosa. Hasta creemos que nunca ha habido cristianos mejores que nosotros.

     Jesús Maestro, enséñanos a vivir de una esperanza humilde y dinámica.
     Jesús Hermano, acompaña y reprende a los que se sienten demasiado satisfechos de sus logros.
     Jesús Señor, perdona tú el pecado de habernos creído nuestras fantasías y nuestras altivas ilusiones.


10ª Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras

     Los fariseos ponían la santidad en las filacterias que añadían a sus vestidos. Jesús ha de soportar el ser desnudado públicamente. Las ropas y los vestidos no constituyen la grandeza de la persona. La esperanza no puede confundirse con el «tener»: hunde sus raíces en la roca firme del “ser”. La esperanza no brota del optimismo, sino que vive en la pobreza y la gratuidad. En el alma de los pobres y de los despojados.
     Jesús Maestro, enséñanos a no confiar en nuestras cosas, por magníficas que parezcan.
     Jesús Hermano, acompaña a los pobres de esta tierra, es decir a los que han sido empobrecidos.
     Jesús Señor, perdona esa farisaica ostentación con que pretendemos cubrir nuestra vaciedad.

11ª Estación: Jesús es clavado en la cruz

     A los lados de Jesús crucificaron a dos malhechores. El tormento es el mismo, pero su suerte es diferente. El suplicio de la cruz a uno le hace perder la esperanza. Y al otro se la enciende en una plegaria: «Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino». La realidad puede ser la misma para unos y para otros. La esperanza nos da unos ojos diferentes para ver más allá de la más dolorosa realidad. Precisamente por eso, la oración está siempre unida a la esperanza.
     Jesús Maestro, enséñanos a descubrir los planes de Dios en los acontecimientos diarios de la vida.
     Jesús Hermano, acompaña con tu misericordia a los que mueren en este tiempo aparentemente sin sentido.
     Jesús Señor, «acuérdate de todos nosotros ahora que vives en tu Reino».

12ª Estación: Jesús muere en la cruz

     En la mañana pascual, camino de Emaús, dos discípulos desilusionados confesaban abatidos: «Nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel». Evidentemente, la muerte de Jesús en la cruz fue y es un momento de crisis para las esperanzas humanas. Pero él nos revela que era preciso recorrer el camino del dolor. Solo tras la escucha de la palabra del Resucitado y después de compartir su mesa, puede nacer la verdadera esperanza. Dichoso el que puede exclamar: «Salve Cruz, nuestra única esperanza».
     Jesús Maestro, enséñanos la sabiduría impensable y difícil de tu cruz
     Jesús Hermano, acompaña a los que se ven obligados a afrontar una muerte injusta.
     Jesús Señor, perdona tú a los que siguen todavía condenando a muerte a sus hermanos.

13ª Estación: Jesús es puesto en brazos de su Madre

     Poco antes de morir en la cruz, Jesús ha dejado a su Madre al cuidado del discípulo amado y ha confiado al discípulo a la atención amorosa de su Madre. Desde entonces, María es modelo para la esperanza de la Iglesia peregrinante. Por eso, el pueblo de Dios sigue invocándola con los nombres de «Vida, dulzura y esperanza». Junto a ella, el pueblo de Dios desea vivir en la fidelidad a la palabra de Dios y espera la glorificación de todo lo humano.
     Jesús Maestro, enséñanos a confiar siempre en la palabra de Dios, como tu Madre.
     Jesús Hermano, acompaña con tu gracia a todos aquellos que ofrecen esperanza a los abatidos y humillados.
  Jesús Señor, mantén viva y operante la esperanza de tu Iglesia peregrina.

14ª Estación: Jesús es colocado en el sepulcro

     Para Jesús, bajar al sepulcro fue la consecuencia lógica de su encarnación. El grano de trigo aceptaba pudrirse en el surco para producir nueva vida. Esa aparente derrota era la promesa de una primavera de nuevas mieses. Solo a partir de la resurrección será comprensible el camino de Jesús de Nazaret. Solo en la resurrección cobra aliento la inverosímil esperanza de los hombres. Porque Jesús es la esperanza y el esperado.
     Jesús Maestro, enséñanos a esperar cada día contra toda esperanza.
     Jesús Hermano, acompaña por el camino de la vida a todos los que se consideran fracasados.
  Jesús Señor, perdónanos por prestarnos a actuar como sepultureros de las mejores esperanzas humanas.

15ª Estación: Jesús resucita de entre los muertos

           El primer día de la semana las mujeres que habían presenciado el sepelio de Jesús, acudieron muy de mañana al sepulcro con la intención de completar las unciones habituales. Pero encontraron vacía la tumba y a él no lo vieron. El ángel del Señor les preguntó: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado”. Jesús lo había anunciado, pero sus discípulos no habían entendido aquella promesa. Y sin embargo, esa noticia es la raíz de nuestra esperanza.

     Jesús Maestro, enséñanos que Dios no podía abandonar a su Hijo en poder de la muerte.
     Jesús Hermano, acompaña por el camino de la vida a todos los cansados y agobiados.
  Jesús Señor, concede tu paz y tu descanso a los que han muerto por mantenerse fieles a tu mensaje y a tu vida.
                                                             José-Román Flecha Andrés