FAMILIA Y JUVENTUD
Hace cincuenta años, en su audiencia del día 17 de diciembre de 1969, el papa Pablo VI invitaba a los fieles a reflexionar sobre la Navidad, como fiesta de la fe y de la vida.
En el primer sentido, la Navidad es la revelación de un
Dios que es bondad y es amor. La Navidad nos dice que hemos sido amados por
Dios.
En el segundo sentido, la Navidad se nos presenta como la
fiesta de la familia. Aun desde un punto de vista natural, toda la vida humana
queda tocada por la presencia de Cristo. “Este Hermano ilumina divinamente el
rostro de cada uno de los mortales”.
Si además la familia es cristiana, la invade un río de
gracia, de alegría, de paz. Jesús ha venido a habitar en una familia humana, a
formar un hogar, a santificarlo con su presencia.
Gracias a él, se ilumina el ser de la familia, su función
y su destino. Se aclara el concepto de la familia como comunidad de amor, como colaboradora
de la fuerza creadora de Dios, como signo de la caridad, con la que Cristo amó
y ama a la humanidad redimida, a la Iglesia.
Tras esta nota teológica, el Papa confiaba a las familias cristianas una serie de
siete tareas estupendas:
• Tomar conciencia de su dignidad y de su misión.
• Profesar las virtudes especificas que caracterizan la vida doméstica.
• Tratar de encontrar en el manantial del amor cristiano
su fuerza y su felicidad.
• Servir a las leyes de la vida que las hacen colaborar
con la obra creadora de Dios.
• Adaptar las costumbres de su casa a las nuevas
exigencias de la vida moderna.
• Comprender la fuerza que poseen para regenerar la vida
civil.
• Sentir que en la Iglesia pueden ocupar un puesto de una
belleza admirable.
Esta invitación la
dirigía Pablo VI especialmente a los jóvenes que piensan formar una familia. Refiriéndose
a ellos, el Papa expresaba un elenco de otros siete deseos:
• Que el concepto de familia se muestre en su ánimo con
un resplandor ideal.
• Que a la realización de ese ideal aporten la fuerza
limpia y plena de su amor.
• Que sientan la vocación que se esconde en el deseo de
fundar una familia.
• Que no contaminen la espera de su matrimonio con
pensamientos y comportamientos incorrectos.
• Que no dañen los planes de su futuro hogar con el
cálculo de un hedonismo egoísta.
• Que la ciencia del verdadero amor provenga para ellos
de Cristo, que da su vida por la Iglesia, su esposa, destinada a extenderse por
toda la humanidad.
• Que la gracia del sacramento rebrote, como un manantial
inagotable, en cada uno de los días de su vida conyugal.
El papa san Pablo VI añadía que esperaba un nuevo tipo de
familia de las generaciones jóvenes. Las tremendas experiencias de la historia
presente les habrán enseñado que solo un
cristianismo auténtico y fuerte posee la
fórmula de la verdadera vida.
José-Román Flecha Andrés