LA ESPERANZA DEL POBRE
Para la tercera Jornada Mundial de los Pobres, que se celebra el día 17 de noviembre de este año 2019, el papa
Francisco ha escrito un mensaje que lleva por lema: “La esperanza de los pobres nunca se frustrará”.
1. A partir de esas palabras tomadas del salmo 9, el Papa presenta las nuevas esclavitudes a las que están sometidos
millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños. Son familias de migrantes; huérfanos que han perdido a sus padres o que han
sido separados de ellos; jóvenes en busca de una realización
profesional; víctimas de la violencia, la prostitución o las drogas; personas marginadas y sin hogar que deambulan por las calles de
nuestras ciudades.
Es una vergüenza que los pobres sean considerados generalmente como parásitos
de la sociedad: “A los pobres no se les perdona ni siquiera su pobreza. Se está
siempre alerta para juzgarlos. No pueden permitirse ser tímidos o desanimarse;
son vistos como una amenaza o gente incapaz, sólo porque son pobres”.
2. Ahora bien, en la Biblia, el pobre es
el hombre de la confianza en el Señor. El pobre sabe que Dios lo recuerda y lo
escucha. Dios interviene, protege, defiende, redime y salva al pobre: “El pobre
nunca encontrará a Dios indiferente o silencioso ante su oración”.
Jesús se identifica con cada uno de
ellos: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños,
conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40).
Tratar de ignorar esta identificación de Cristo con el pobre equivale a falsificar el Evangelio y atenuar
la revelación.
3. ¿Y cómo nos interpelan a nosotros los
pobres? El Papa cita a dos personajes
inolvidables. El sacerdote Primo
Mazzolari escribía: «El pobre es una protesta continua contra nuestras
injusticias; el pobre es un polvorín. Si le das fuego, el mundo estallará». Y en
el laico Jean Vanier, un “santo de la puerta de al lado”, recientemente
fallecido, vimos a quien recibió de
Dios el don de dedicar toda su vida a los hermanos y hermanas con
discapacidades graves.
A pesar de todos los progresos, “los pobres son cada vez más pobres, y hoy
día lo son aún más”. Nuestro compromiso no consiste sólo en iniciativas de
asistencia, siempre necesarias, sino en la atención a cada persona que se
encuentra en dificultad.
El Papa exhorta a los numerosos
voluntarios a no detenerse ante la
primera necesidad material del pobre, sino a descubrir la bondad escondida en
sus corazones, a prestar atención a su cultura y a su modo de expresarse, a entablar con él un diálogo fraterno.
Los pobres necesitan comida, pero sobre
todo necesitan nuestras manos para reincorporarse, nuestros corazones para
sentir el calor del afecto, nuestra presencia para superar la soledad.
Sencillamente, ellos necesitan amor. Los pobres nos salvan porque nos permiten
encontrar el rostro de Jesucristo.
José-Román Flecha Andrés