LEPRA Y CURACIÓN
Orientado por una joven esclava israelita, Naamán
había llegado a Samaría buscando remedio para su lepra. Por orden del profeta
Eliseo, accedió a bañarse en las aguas del Jordán. Al ver que había quedado
curado, aquel jefe de los ejércitos de Siria exclamó: “Ahora reconozco que no
hay Dios en toda la tierra más que el Dios de Israel” (2 Re 5,13-17).
Este relato nos dice que todo ser humano, aunque sea
poderoso, es más vulnerable de lo que cree. Además el relato refleja la
dignidad la libertad y la generosidad del profeta, que acoge aceptando a los
necesitados, sean de la raza y religión que sean. Pero el relato habla también
de la fe. Aun siendo pagano, Naamán descubre el poder de Dios sobre el mal.
Esa misericordia
universal de Dios se refleja en el salmo responsorial: “Los confines de la tierra han contemplado la
victoria de nuestro Dios” (Sal 97,3). Como escribe Pablo a su discípulo
Timoteo, “Dios permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo” (2 Tim
2,13).
COMPASIÓN Y GRATITUD
También el evangelio que hoy se proclama recuerda la
plaga de la lepra (Lc 17,11-19). Ante Jesús aparece un día un grupo de leprosos
que caminan por los campos, lejos de los pueblos y ciudades, según lo prescribe
la Ley. Sin embargo, parece que han llegado a conocer la fama de Jesús.
Lo reconocen como un hombre de Dios. Así que desde
lejos le imploran a gritos: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”. Y
efectivamente, la compasión del profeta Eliseo se hace ahora realidad en la
persona de Jesús, que los envía a los sacerdotes para que certifiquen su
curación y puedan insertarse en la
sociedad.
• Junto a la misericordia de Jesús, el relato subraya
la confianza de los leprosos. Es preciso observar que todos ellos se fían de la
palabra de aquel al que ya reconocen como Maestro. De hecho, aun antes de verse
curados, obedecen su mandato y se ponen en camino para ir en busca de los
sacerdotes.
• Además, el relato evangélico indica que a la gratuidad
del profeta ha de responder la gratitud de los favorecidos. Sin embargo, se
anota que si bien son diez los que piden la curación, solo uno de ellos regresa
a dar gracias por haberla obtenido. Lo asombroso es que el que se muestra
agradecido es un samaritano, considerado como enemigo y proscrito.
FE Y SALVACIÓN
A este leproso que regresa para agradecer la sanación
se dirigen las palabras de Jesús con las que se cierra este relato:
• “Levántate y vete: tu fe te ha salvado”. Ha quedado
claro que los leprosos no han sido curados por la fuerza de la antigua Ley de
Moisés, sino por la fe en el Maestro de la nueva Ley. La sanación significa la
salvación integral que solo de él puede venir.
• “Levántate y vete: tu fe te ha salvado”. También
queda de manifiesto que el creyente de
hoy ha de aprender a pedir y agradecer. Si puede y debe dirigirse al Señor en
oración, al mismo Señor ha de agradecer siempre la salvación.
• “Levántate y vete: tu fe te ha salvado”. Y ha de
quedar muy claro que también los que se consideran lejos pueden acercarse al
que es la fuente de la salud y de la gracia. La solidaridad en el dolor y en la
prueba invita a celebrar la salvación
universal.
- Padre nuestro que estás en los cielos, tú sabes que
con frecuencia buscamos la excusa de nuevas lepras para excluir a algunos de
nuestra sociedad. Sin embargo, hemos de reconocer que tan solo la fe en tu Hijo
Jesucristo puede abrirnos a la salvación. Que tu Espíritu nos ayude a
mostrarnos siempre agradecidos a tu
misericordia. Amén.
José-Román Flecha Andrés