UN DOMINGO PARA LA BIBLIA
«Les abrió el entendimiento para comprender las
Escrituras» Estas palabras del evangelio de Lucas se refieren a Jesús, que
camina con los discípulos que se dirigen a Emaús. (Lc 24,45).
Con este documento, firmado el día 30 de septiembre de
2019, fiesta de san Jerónimo, patrono de los estudios bíblicos, el Papa
establece que el III Domingo del Tiempo Ordinario esté dedicado a la celebración
y divulgación de la Palabra de Dios. En este texto, toca él algunos puntos importantes
sobre la Sagrada Escritura.
1. La celebración de ese domingo tendrá un sentido
ecuménico, pues la escucha de la Palabra
de Dios es el camino para promover y alimentar el diálogo con los judíos y con
las diversas comunidades cristianas.
2. La Biblia no es patrimonio de algunos escogidos. Nos une
en un solo pueblo. Así que los pastores y los catequistas han de explicar la
Sagrada Escritura, para que sea accesible a todos.
3. Toda la Biblia habla de Cristo. Nos ayuda a creer que
su muerte y resurrección no pertenecen a la mitología, sino a la historia y se
encuentran en el centro de nuestra fe.
4. El encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús, su
conversación y su participación en la cena reflejan el inseparable vínculo
entre la Sagrada Escritura y la Eucaristía.
5. El día dedicado a la Biblia no ha de ser “una vez al
año”, sino una vez para todo el año, para que el corazón no quede frío y los
ojos permanezcan cerrados por nuestra ceguera.
6. La Biblia no es una colección de libros de
historia, pero su fundamento histórico no debe hacernos olvidar su finalidad
primordial: nuestra salvación.
7. Reconocer la acción del Espíritu Santo nos libera de una
interpretación fundamentalista, que nos llevaría a traicionar el carácter
inspirado, dinámico y espiritual que el texto sagrado posee.
8. La acción del Espíritu Santo actúa también en quienes
escuchan la Palabra de Dios. El Espíritu Santo asiste a la Iglesia cuando enseña
la Sagrada Escritura, cuando el Magisterio la interpreta y cuando el creyente
hace de ella su norma espiritual.
9. No se puede separar la Sagrada Escritura de la
Tradición, puesto que el pueblo la acogió y la transmitió. La fe bíblica se basa en la Palabra viva, no
en un libro.
10. Todo el texto
sagrado tiene una función profética: no se refiere solo al futuro, sino al
presente de aquellos que se nutren de esta Palabra.
11. La Sagrada
Escritura nos lleva a practicar la misericordia. Abre nuestros ojos para sacarnos
del individualismo que conduce a la asfixia y la esterilidad, a la vez que nos
manifiesta el camino del compartir y de la solidaridad.
12. En el camino de escucha de la Palabra de Dios, nos
acompaña la Madre del Señor, reconocida como bienaventurada precisamente porque
creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho.
José-Román Flecha Andrés