SOBRE EL DESARROLLO SOSTENIBLE
Volver a leer la encíclica Laudato si’ es siempre una sorpresa. Es
verdad que no todos somos lo suficientemente profesionales para entender todos
los conceptos relativos a la economía, a la producción y al consumo.
Sin embargo, es fácil comprender una
alternativa que nos presenta el papa Francisco (LS 193). Es evidente que en
algunos casos el desarrollo sostenible del progreso implicará nuevas formas de
crecer, de acuerdo con las necesidades que van surgiendo a nuestro paso.
Pero es igualmente evidente que durante unos
cuantos años hemos podido asistir a un crecimiento que se puede calificar como
voraz e irresponsable. ¿No será el momento de preguntarse adónde nos ha llevado
esa marcha desenfrenada? Tal vez sea necesario detenerla un poco. Ese frenado
nos ayudaría a “poner algunos límites
racionales e incluso a volver atrás antes que sea tarde”.
Algunos parajes que hemos podido ver con
nuestros ojos se han convertido en totalmente inhumanos. Hemos destrozado muchos paisajes
y hemos violado la belleza de la casa común. Y, al mismo tiempo, hemos hecho mucho
más difícil la supervivencia de millones de personas marginadas, que han tenido
que sufrir la depredación que les ha sido impuesta.
Dice el papa Francisco que “es
insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más,
mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana”.
Gracias a los viajes o a los modernos medios de comunicación, hoy todos podemos
comprobar la enorme brecha que se abre entre unos y otros. Esta situación no
merece el calificativo de humana.
Puede parecer que aceptamos como normal
y hasta fatalmente necesaria una derrota o que desconfiamos del pretendido
éxito de nuestro propio desarrollo. Pero no hay que tener vergüenza de
reconocer que es urgente emprender un cambio radical. “Ha llegado la hora de
aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo, aportando recursos
para que se pueda crecer sanamente en otras partes”.
A este propósito, el papa Francisco cita
unas palabras que Benedicto XVI había incluido en su mensaje para la Jornada Mundial
de la Paz del año 2010: “Es necesario que las sociedades tecnológicamente
avanzadas estén dispuestas a favorecer comportamientos caracterizados por la
sobriedad, disminuyendo el propio consumo de energía y mejorando las
condiciones de su uso”.
Ha pasado ya un decenio desde el momento
en que fue escrito aquel mensaje. A todos nos corresponde mirar a nuestro
alrededor. Todos hemos de preguntarnos si hemos dado los pasos oportunos para
llevar a cabo esa conversión de costumbres y ese cambio de actitudes globales y
de estructuras. Y si no hemos dado esos
pasos, ¿qué responsabilidad personal y social nos corresponde?