PALABRAS DE VIDA ETERNA
A propósito de la multiplicacion y reparto de los
panes y los peces, por parte de Jesus, la Liturgia nos ha presentado a tres
grandes personajes del pueblo de Israel que han servido como mediadores de Dios
para alimentar a las gentes: Eliseo, Moisés y Elías. Además, nos personifica a
la Sabiduría como ejemplo de la providencia de Dios.
Finalmente,
en este domingo se cierra el ciclo con la mención de Josué (Jos 24), el elegido
por Dios para suceder a Moisés e introducir a su pueblo en la tierra prometida.
Sin embargo, en este día Josué no es el explorador que informa a su gente sobre
la tierra de sus esperanzas. No es el guerrero que lucha contra los madianitas
ni el guía que, al cruzar el Jordán, repite la epopeya del cruce del Mar Rojo.
Hoy
Josué eso un predicador que interpela a su pueblo para que haga púbica su
opción de vida. ¿Adorar a los dioses de los cananeos o adorar al Dios que lo ha
sacado de la esclavitud? Esa es la alternativa. Josué confiesa que él y su
familia ya han optado por servir al Señor. Y el pueblo promete: “También
nosotros serviemos al Señor: ¡es nuestro Dios”.
Con
razón el salmo responsorial nos dirige una
gozosa invitación: “Gustad y ved que bueno es el Señor” (Sal 33).
EL
VIENTO DE DIOS
Ese
relato del libro de Josué es más actual de lo que imaginamos. Tambien hoy muchos
creyentes dudan de su fe, es decir, del Dios que les ha entregado el don de la
fe. Y dudan del Mesías al que han prometido seguir. Se parecen a aquellos
discípulos de Jesús, que juzgaron inaceptable su discurso sobre el pan de la
vida (Jn 6, 60-69).
En
el evangelio que hoy se proclama, Jesús afronta esa tentación de sus
seguidores. No son los jefes de los judíos los que lo critican. Son sus propios
“discípulos” los que se escandalizan de sus palabras y “vacilan”. Al dirigirse
a ellos, también nos interpela a nosotros, estableciendo una distinción entre
la carne y el Espíritu.
•
En el evangelio, la carne no es el compuesto orgánico que hay que alimentar
cada día. La carne es una actitud vital.
Es la disposición a juzgar las cosas según nuestros intereses. La carne refleja
nuestros cálculos y nuestra mezquindad. De ella dice Jesús que “no sirve de
nada”. Y si es. La carne no puede captar la verdad de la entrega del Señor.
•
El Espíritu no es un fantasma. Es el viento de Dios, que creó el mundo y dio
vida al ser humano. Es el aliento divino que habló por los profetas. Es la
presencia misma de Dios que nos guía por los caminos de la verdad y del amor. Según
Jesús, el Espíritu “es quien da vida” y nos hace comprender que sus palabras
“son espíritu y son vida”.
EL
SANTO DE DIOS
El
evangelio de Juan anota que muchos discípulos abandonaron a Jesús. Y que él se
dirigió a los Doce preguntando: “¿También vosotros queréis marcharos?”. Jesús interpela a los suyos como Josué había
interpelado a los hebreos. En ambos casos se plantea la opción fundamental.
Ahora es Pedro quien responde con una doble confesión:
•
“Señor ¿A quien vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”. En medio del
bullicio, de la confusión y del griterío
de los hombres, se hace oír el que es la Palabra misma de Dios. Entre tantas
palabras efímeras y enfermizas, las
palabras de Jesús brotan de la vida sin principio y llevan a la vida sin final.
•
“Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”. En el
mundo de hoy se establece con frecuencia un abismo entre el saber y el creer,
entre la ciencia y la fe. Pero los verdaderos creyentes saben y confiesen que Jesús
es el Mesías. Solo el enviado de Dios puede
hacer posible la realización integral del hombre y de lo humano.
- Señor Jesús, A pesar de nuestras dudas,
nosotros te reconocemos como el Mensajero último y definitivo de Dios. De ti
recibimos el mensaje último y definitivo sobre Dios y sobre el hombre. Sabemos
que optar por ti y escuchar tu palabra significa acertar con el sentido de la
existencia. Por que tú eres el Santo y el Salvador. Bendito seas por siempre.
Amén.
José-Román
Flecha Andrés