EL LIBRO DE LA NATURALEZA
Las noticias de cada día nos hacen
preguntarnos si son justas las leyes por las que se rigen los países. Para ser justa, la ley ha de asentarse sobre una
ley natural, "no escrita, sino innata", "coherente con la
naturaleza, difundida en todos, constante y eterna, como ya decía Cicerón.
Sin esta base, o se acude a un derecho
positivo, articulado en declaraciones de organizaciones universales, o será
difícil establecer unos principios básicos para condenar la tiranía, la tortura
o el racismo.
Claro que no siempre se ha entendido de
la misma forma la función de este fundamento de la moralidad y la convivencia. Pero,
a pesar de las objeciones que se le hacen, es necesario defender la ley natural.
El Catecismo de la Iglesia Católica la considera como "obra maravillosa del
Creador" (1959). En su encíclica Veritatis splendor, Juan Pablo II la presenta como expresión humana de la
ley eterna de Dios (VS 43). Según él,
los preceptos negativos de la ley natural son universalmente válidos por
responder a la verdad del ser humano (VS
52).
Por otra parte, en su encíclica Caritas in veritate, el Papa Benedicto XVI
ha introducido la categoría de la “gramática de la naturaleza”. Con ella nos
invita a descubrir la majestad de lo creado, el respeto a la creación y la preocupación
por la ecología social.
Partiendo de esta imagen, afirma él que “el libro de la naturaleza es uno e
indivisible, en lo que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la
familia, las relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano
integral. Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los
que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con
los otros. No se pueden exigir unos y conculcar otros” (CV 51).
Utilizando una metodología inductiva, el mismo Benedicto XVI añadía: “En
todas las culturas se dan singulares y múltiples convergencias éticas, expresiones
de una misma naturaleza humana, querida por el Creador, y que la sabiduría
ética de la humanidad llama ley natural. Dicha ley moral universal es
fundamento sólido de todo diálogo cultural, religioso y político, ayudando al
pluralismo multiforme de las diversas culturas a que no se alejen de la
búsqueda común de la verdad, del bien y de Dios. Por tanto, la adhesión a esa
ley escrita en los corazones es la base de toda colaboración social
constructiva” (CV 59).
En nuestros días la Iglesia Católica no
es la única que promueve la ley natural. La defensa de los derechos de la
"naturaleza" por parte de los movimientos ecologistas, las preguntas
ante las nuevas técnicas de manipulación biogenética y la filosofía de los
derechos humanos son un interesante recordatorio de la majestad de la
naturaleza. A ella tendrán que ajustarse todas las leyes para ser justas y
respetables.