martes, 12 de junio de 2018

CADA DÍA SU AFÁN 16 de junio de 2018

                                
EL LIBRO DE LA NATURALEZA

Las noticias de cada día nos hacen preguntarnos si son justas las leyes por las que se rigen los países.  Para ser justa, la ley ha de asentarse sobre una ley natural, "no escrita, sino innata", "coherente con la naturaleza, difundida en todos, constante y eterna, como ya decía Cicerón.  
Sin esta base, o se acude a un derecho positivo, articulado en declaraciones de organizaciones universales, o será difícil establecer unos principios básicos para condenar la tiranía, la tortura o el racismo.
Claro que no siempre se ha entendido de la misma forma la función de este fundamento de la moralidad y la convivencia. Pero, a pesar de las objeciones que se le hacen, es necesario defender la ley natural.   
El  Catecismo de la Iglesia Católica  la considera como "obra maravillosa del Creador" (1959). En su encíclica  Veritatis splendor, Juan Pablo II la presenta como expresión humana de la ley eterna de Dios (VS 43).  Según él, los preceptos negativos de la ley natural son universalmente válidos por responder a la verdad del ser humano (VS  52).  
Por otra parte, en su encíclica  Caritas in veritate, el Papa Benedicto XVI ha introducido la categoría de la “gramática de la naturaleza”. Con ella nos invita a descubrir la majestad de lo creado, el respeto a la creación y la preocupación por la ecología social.
Partiendo de esta imagen, afirma él que “el libro de la naturaleza es uno e indivisible, en lo que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano integral. Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros. No se pueden exigir unos y conculcar otros” (CV 51).
Utilizando una metodología inductiva, el mismo Benedicto XVI añadía: “En todas las culturas se dan singulares y múltiples convergencias éticas, expresiones de una misma naturaleza humana, querida por el Creador, y que la sabiduría ética de la humanidad llama ley natural. Dicha ley moral universal es fundamento sólido de todo diálogo cultural, religioso y político, ayudando al pluralismo multiforme de las diversas culturas a que no se alejen de la búsqueda común de la verdad, del bien y de Dios. Por tanto, la adhesión a esa ley escrita en los corazones es la base de toda colaboración social constructiva” (CV 59).    
En nuestros días la Iglesia Católica no es la única que promueve la ley natural. La defensa de los derechos de la "naturaleza" por parte de los movimientos ecologistas, las preguntas ante las nuevas técnicas de manipulación biogenética y la filosofía de los derechos humanos son un interesante recordatorio de la majestad de la naturaleza. A ella tendrán que ajustarse todas las leyes para ser justas y respetables.
                                                                      José-Román Flecha Andrés