LA FORTALEZA
”No
debemos derribar nuestro corazón,
por
más que las penas crezcan,
porque
tanto más aparejo hay
para
que parezca la fortaleza de Cristo en nosotros,
cuanto
nuestras flaquezas fueren mayores”
San
Juan de Ávila, Carta 81
1ª
Estación: Jesús condenado a muerte
En un primer momento Jesús es juzgado por
los jefes religiosos de su pueblo. A sus preguntas responde con una profecía:
«Veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra de Dios y venir entre las nubes
del cielo» (Mc 14,62). Después es juzgado por Pilato, que representa la fuerza
del imperio romano. Sus soldados se burlan de la indefensión de un prisionero
que se dice rey. Herodes lo toma por loco. Pero en el humillado por los
poderosos se manifiesta la fortaleza de Dios.
– Jesús
Maestro, enséñanos a descubrir la fortaleza y el apoyo de Dios en nuestra vida.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a servir siempre a la verdad, más que al poder que humilla a
los marginados
– Jesús
Señor, escucha nuestra oración cuando no encontramos ayuda en nuestos hermanos
y vecinos.
2ª
Estación: Jesús carga con la cruz
Nuestra memoria nos
lleva a recordar la fortaleza de Sansón. El libro de los Jueces nos dice que una noche arránco de cuajo las
enormes puertas de las murallas de Gaza y las llevo hasta las cercanías de
Hebrón (Jue 16, 1-3). Con ese gesto se mostraba más fuerte que sus enemigos.
Jesús carga con su cruz. Y con ella nos libra de las asechanzas de los que nos
apartan del bien y de la gracia.
– Jesús
Maestro, enséñanos que la verdadera fortaleza no se debe a nosotros sino a tu
gracia.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a cargar con la cruz que nos ha tocado en suerte.
– Jesús
Señor, escucha la súplica que te dirigimos por todos los que son obligados a
caminar bajo la cruz
3ª
Estación: Jesús cae por primera vez
Las tentaciones de
Jesús en el monte son un reflejo de las que se nos presentan a cada paso. El
evangelio nos dice que el tentador trata de aprovechar el hambre de Jesús. Por
eso le propone que convierta las piedras en panes (Mt 4,3). En realidad le pide
que demuestre que es Hijo de Dios. Nuestra primera caída puede ser la de la
pereza egoista. Pero la virtud de la fortaleza no se manifiesta en trucos de
magia, sino en la escucha de la palabra de Dios. .
– Jesús
Maestro, enséñanos a escuchar la palabra de Dios que nos alimenta y guía
nuestros pasos.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a superar nuestra sed de placeres y a denunciar sus constantes seducciones.
– Jesús
Señor, perdona nuestras caidas y danos la fuerza para superarlas.
4ª
Estación: Jesús encuentra a su madre
En su visita a
Isabel, María cantaba la fuerza de Dios que deja en ridículo la altanería
humana: “Desplegó la fuerza de su brazo. Dispersó a los que son soberbios en su
propio corazón” (Lc 1,51). Según la tradición, María sale al encuentro de su
Hijo, que es llevado al patíbulo. Tanto la Madre como el Hijo sólo en Dios
encuentran la fortaleza necesaria para recorrer su camino. Hoy María se nos
presenta como la Madre y figura de la Iglesia, que se hace fuerte en la
persecución.
– Jesús
Maestro, enséñanos a contemplar y alabar la fuerza de Dios, como María.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a buscarte por el camino de la vida en comunion con todos los
miembros de la Iglesia.
– Jesús
Señor, concede tu fortaleza a los hijos de la Iglesia, que son perseguidos en
tantos lugares de la tierra.
5ª
Estación: Simón de Cirene ayuda a Jesús
Cuando llevaban a
Jesús hacia el Calvario, los soldados “obligaron a uno que pasaba, a Simón de
Cirene, que volvía del campo... a que llevara su cruz” (Mc 15,21). Fue obligado
por la fuerza. Pero el mismo evangelio de Marcos anota que Simón era el padre
de Alejandro y de Rufo, a los que un día recordará san Pablo (Rom 16,13).
Seguramente serían conocidos por la comunidad cristiana. Así que la gracia se
muestra en ellos más fuerte que la imposición humana.
– Jesús
Maestro, enséñanos a aceptar nuestra debilidad y la ayuda que los demás nos
puedan prestar.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a crear instituciones solidarias que acudan en socorro de la
fragilidad humana.
– Jesús
Señor, que tu gracia nos fortalezca, para que nosotros podamos ayudar a los demás.
6ª
Estación: La Verónica limpia el rostro de
Jesús
En la basílica de San Pedro de Roma hay un
monumento a la Verónica. La tradición ha visto en ella un signo de valentía. No
era fácil mostrar compasión hacia un condenado por hereje y sedicioso. Pero la
leyenda nos dice que la fortaleza de esta mujer se ve premiada con la imagen de
Jesús que se imprime en su velo. También hoy, la fortaleza del testimonio de
los cristianos hace visible en el mundo el rostro, la vida y el mensaje de
Jesucristo.
– Jesús
Maestro, enséñanos a mantenernos fieles a tu voluntad, a pesar de las
dificultades que nos acechan.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a colaborar eficazmente con las organizaciones que tratan de
aliviar a los marginados.
– Jesús
Señor, fija tu imagen en nuestro corazón, en nuestra palabra y en todos los
gestos de nuestra vida diaria.
7ª
Estación: Jesús cae por segunda vez
Según el evangelio, el tentador sugirió a
Jesús que se arrojara desde el alero del templo. Los ángeles vendrían a
sostenerlo y así podría ser reconocido como el Mesías esperado (Mt 4,5-6). Pero
Jesús no cedió ante esta tentación del prestigio. La fortaleza del espíritu no
necesita de los fáciles reclamos de la publicidad. Jesús citó con acierto el
libro del Deuteronomio: «No tentarás al Señor tu Dios» (Dt 6,16). Con ello,
indicaba la respuesta adecuada para todos los creyentes.
– Jesús
Maestro, enséñanos a escuchar la palabra de Dios que nos alimenta y guía
nuestros pasos.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a superar nuestra sed de poder y de dominio y a denunciar sus constantes seducciones.
– Jesús
Señor, perdona nuestras caidas y danos la fuerza para superarlas.
8ª Estación: Jesús y las mujeres de Jerusalén
Las mujeres de Jerusalén no eran
indiferentes ante el dolor de los condenados. Algunas de ellas se lamentan y
lloran por Jesús cuando lo ven caminar hacia el Calvario (Lc 23,27). En estos
tiempos en los que se impone la altanería de despreciar a Cristo y a los
cristianos, hace falta una gran fortaleza para aceptar su mensaje y mostrarse
como sus seguidores. Como hace falta fortaleza para reconocer el fracaso al que
nos lleva la irresponsabilidad de nuestra sociedad. Así se lo recordó Jesús a
las mujeres de la Ciudad Santa y pecadora.
– Jesús
Maestro, en un mundo marcado por el egoismo y la cobardía, enséñanos a mostrar
con palabras y obras que somos tus discípulos.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a compadecernos eficazmente de los dolores humanos.
– Jesús
Señor, danos tu fortaleza para que nuestra compasión no se manifieste en un
compromiso sincero
9ª
Estación: Jesús cae por tercera vez
La tradición
recuerda una tercera caída de Jesús en el camino del Calvario. También nosotros
recordamos la tercera tentación que sufrió en el desierto. El tentador le había
ofrecido todos los reinos y riquezas de este mundo como premio de su adoración
(Mt 4, 8-9). En nuestro tiempo, la ambición de riquezas y poder ha llevado a
muchos a caer en la corrupción. Pero hace falta cultivar la fortaleza de
espíritu para aceptar vivir con lo esencial. Para no adorar a nadie a cambio de
bienes injustos.
– Jesús
Maestro, enséñanos a escuchar la palabra de Dios que nos alimenta y guía
nuestros pasos.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a dominar nuestra sed de riquezas y a denunciar sus constantes seducciones.
– Jesús
Señor, ten piedad, perdona nuestras caidas y danos la fuerza para
superarlas.
10ª
Estación: Jesús, despojado de
sus vestiduras
Jesús había dicho
que el Reino de Dios sufre violencia y es arrebatado por los fuertes (Lc
16,16). Con ello no pretendía justificar la violencia de los que despojan de
sus derechos a los débiles. La verdadera fortaleza no se manifiesta en la
avaricia, sino en el tesón para vivir los valores propios del Reino de Dios. La
fe, como el amor, no es un simple sentimiento. Comporta un compromiso de vida.
Y ese compromiso no se puede mantener sin la fortaleza. Como dirá San Pablo:
“Todo lo puedo en aquel que me hace fuerte” (Flp 4,13).
– Jesús
Maestro, enséñanos a descubrir, respetar y tutelar la dignidad de toda persona.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a vestir a los despojados por el ansia de consumo que mueve a
nuestra sociedad.
– Jesús
Señor, danos la luz para reconocerte a ti en el desnudo y la cretatividad de la
caridad para remediar sus carencias.
11ª
Estación: Jesús es clavado en la
cruz
Ser clavado en la
cruz es la señal de la mayor debilidad humana. Pero San Pablo afirma que el
Evangelio es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree (Rom
1,16). La verdadera fortaleza. Ante ella, toda altanería es falsa y ridícula.
El mismo Pablo recuerda que la debilidad divina es más fuerte que la fuerza de
los hombres (1 Cor 1, 25-30). El buen ladrón reconoce en Jesús esa fuerza que
abre las puertas del Reino de Dios. Por eso le ruega con esperanza: «Jesús,
acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino» (Lc 23,42).
– Jesús
Maestro, enséñanos a escuchar y aceptar las confidencias los hermanos y hermanas que nos manifiestan su
dolor.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a anunciar el valor del Evangelio y la fuerza que ofrece a
quien lo acepta y vive de su luz.
– Jesús
Señor, reconocemos en tí la fuerza de Dios y la promesa de su Reino.
12ª
Estación: Jesús muere en la cruz
Desde lo alto de la cruz Jesús inicia el
salmo 22: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. El salmista dice
más delante: “Yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio
del pueblo” (Sal 22,7). Con todo, de sus labios surge una súplica confiada:
“Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme” (Sal
22,20). El salmo sugiere que el
atribulado que así ora proclamará su salvación por toda la tierra. Ese es el
misterio de la muerte de Jesús y de su confianza en la fuerza de Dios. Y ese es
el misterio de nuestra vida y nuestra muerte.
– Jesús
Maestro, enséñanos a dar la vida como ofrenda, como tú has hecho por nosotros.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a vivir des-viviéndonos por los demás y proclamando tu
salvacion en nuestro ambiente.
– Jesús
Señor, que el misterio de tu vida y de tu muerte ilumine nuestros pasos hasta
que lleguemos a la patria celestial.
13ª Estación: Jesús en brazos de su madre
El evangelo de Juan
nos recuerda que junto a la cruz de Jesús permanecía su madre. Viendo junto a
ella al discípulo a quien amaba, Jesús le dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”.
Luego se dirigió al discípulo diciendo: “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 25-27).
Como ha escrito el Papa Francisco, “Cada vez que miramos a María volvemos a
creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño”. La madre que recibe a
su Hijo muerto nos enseña que “la humildad y la ternura no son virtudes de los
débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse
importantes” (Evangelii gaudium,
288).
– Jesús
Maestro, enséñanos a aceptar como María la voluntad del Padre de los cielos.
– Jesús
Hermano, ayúda a tu Iglesia a confiar en la intercesion de la Mujer que le has
dado por Madre.
– Jesús
Señor, tú puedes hacer que convivan en nosotros la fuerza y la ternura del
Evangelio.
14ª
Estación: Jesús es puesto en el
sepulcro
Jesús
había anunciado y prometido a los suyos una fuerza prodigiosa para enfrentarse
con éxito al mal de este mundo: “No temáis a los que matan el cuerpo, pero no
pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición
alma y cuerpo en la gehenna” (Mt 10, 28).
Ahora Él es colocado
en un sepulcro. Pero el sepulcro no
podrá retenerlo para siempre. En él la
fuerza de la vida se muestra victoriosa sobre la fuerza de la muerte. Las
ilusiones de los que buscaban en Jesús caminos de poder serán vencidas por la
fuerza de la esperanza.
– Jesús
Maestro, enséñanos a superar el temor a todos los que pueden matar el
cuerpo.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a colaborar con las iniciativas que tratan de promover en el
mundo el don de la vida y la tarea de la esperanza.
– Jesús
Señor, escucha tú nuestro profundo anhelo de vivir y anunciar las mejores
razones para vivir y para esperar.
José-Román Flecha Andrés