DEL ALQUILER DEL VIENTRE
A LA EUGENESIA
A LA EUGENESIA
El nacimiento de Louise Brown
por fecundación artificial, en el año 1978, fue el inicio de muchos
experimentos sobre la reproducción humana asistida. En el año 1984 se hablaba
ya de la maternidad subrogada. Pronto se hizo famoso el tema de los llamados
“úteros de alquiler”.
Muchos veían esta posibilidad
como un inmenso paso de la técnica moderna para favorecer la paternidad o
maternidad de algunas personas. Las objeciones morales que se planteaban les
parecían ridículas ante los éxitos obtenidos. De pronto, el fin venía a
justificar cualquier medio para obtenerlo.
Andando el tiempo, las
noticias han sido más ambiguas. Se ha hablado de Crystal Kelley, contratada en
el 2013 por un matrimonio que le pagó 22.000 dólares para gestar a su hija. Al saber
que la bebé tenía labio leporino, paladar hendido, un quiste en el cerebro y
complicaciones en el corazón, la pareja le ofreció 10.000 dólares más para que abortara.
Pero ella rechazó esa propuesta.
El día 25 de noviembre de 2015
el New York Post contaba que Melissa
Cook había sido contratada por un hombre para gestar un embrión, producto de la
fecundación con su semen y los óvulos de una joven donante. Al saber que la
gestante estaba esperando trillizos, el varón lanzó contra ella amenazas
económicas si no abortaba uno de los fetos.
Hoy muchas personas han
llegado ya a admitir como normal la práctica de la eugenesia, tan promovida y
practicada en el siglo pasado por los “nazis”.
Es verdad que ahora no se
trata de seleccionar los hijos de acuerdo con la raza. Pero se los acoge o
rechaza a tenor de las cualidades o defectos que presenten. De todas formas,
unas personas deciden si otras personas tienen derechos a vivir o no.
La maternidad subrogada o
recurso a los “úteros de alquiler” permite la selección del bebé y el asesinato
o el abandono del descartado. Y revela
que la mujer contratada puede ser considerada no sólo como una esclava, sino
como una máquina gestante.
La maternidad subrogada establece
un subsistema familiar que separa la paternidad genética de la maternidad de la
gestante. No sólo atenta contra el equilibrio emocional de la mujer, sino que
lesiona los derechos del bebé a ser concebido en el seno de una pareja estable.
En realidad, esta práctica que
ve el alquiler de los vientres como una solución a la infertilidad viola los
derechos de las personas, que nunca deberían ser consideradas como animales de
reproducción o como máquinas de gestación.
No es extraño que el Parlamento Europeo haya
adoptado el Informe anual de 2014 sobre los derechos del hombre y la democracia
y sobre la política de la Unión Europea en esta materia. En él se condena la
“gestación por sustitución por atentar contra la dignidad de la mujer, cuyo
cuerpo y función reproductiva son utilizadas como mercancías”.
José-Román Flecha Andrés