TRABAJO Y FAMILIA
Hace algo más de un año que el papa Francisco
publicó su exhortación apostólica Amoris
laetitia, es decir “La alegría del
amor”. En ella se recogían algunas de las reflexiones de los padres
sinodales sobre la familia en el mundo de hoy.
La opinión pública se apresuró a ver qué se decía
en aquel documento sobre los divorciados que han iniciado una nueva relación de
pareja. Es un tema ciertamente interesante. Pero el documento analizaba otras
muchas cuestiones sobre el noviazgo, el amor, la educación de los hijos, las
crisis matrimoniales y hasta el luto tras la muerte de un miembro de la pareja.
En el marco de los problemas
que afectan a la familia, recuerda el Papa las angustias de las familias
cuando, frente a la enfermedad de un ser querido, no tienen acceso a servicios
adecuados de salud, o cuando se prolonga el tiempo sin lograr acceder a un
empleo digno.
En una catequesis pronunciada en una de sus audiencias generales de los
miércoles, el Papa había dicho que “El trabajo es necesario para mantener a la
familia, criar a los hijos y asegurar una vida digna a los seres
queridos”. Es más, había añadido que el
estilo de vida laborioso se aprende precisamente en la familia”.
Pero, tras referirse al ejemplo de la Sagrada
Familia de Nazaret, había añadido una crítica muy dura a los sistemas que con
frecuencia olvidan a la familia a la
hora de planificar el trabajo:
“En algunas ocasiones, quien proyecta se interesa
en la gestión de la fuerza-trabajo
individual, que se ha de acoplar o descartar según la conveniencia económica.
La familia es un gran punto de verificación. Cuando la organización del trabajo
la tiene como rehén, o incluso dificulta su camino, entonces estamos seguros de
que la sociedad humana ha comenzado a trabajar en contra de sí misma” .
Como sabemos, el tema del trabajo y su repercusión
en la creación de la familia y en el desarrollo de la vida familiar es muy
preocupante en la mayoría de los países. En la exhortación Amoris laetitia dice el Papa que es evidente que en muchos países las
posibilidades para los jóvenes son pocas y la oferta de trabajo es decididamente
selectiva y muy precaria.
En muchos lugares de la tierra, las jornadas de
trabajo son excesivamente largas. Es más en las grandes ciudades, esas jornadas
se encuentran a menudo notablemente agravadas por largos tiempos de
desplazamiento desde la casa al puesto de trabajo, con lo que se dificulta aún
más la convivencia de la familia (AL
44).
Pero en muchos de nuestros países el problema
fundamental está determinado por la dificultad de acceder a un puesto de
trabajo digno y estable. Es ese un desafío que parece inquietar solamente a
quienes padecen esa carencia. Y, sin embargo, en su solución estriba no solo la
satisfacción de las personas sino también la estabilidad social.
José-Román Flecha Andrés