lunes, 16 de mayo de 2016

CADA DÍA SU AFÁN 21.5.2016

                                         
PIEDAD CON LOS ANIMALES

El Papa Francisco ofrece casi todos los días un nuevo titular a los noticiarios. En su audiencia pública del sábado 14 de mayo estaba hablando sobre la virtud de la piedad. Esa misericordia con la que fijamos nuestra atención en las necesidades concretas de la persona. En su discurso incluyó un párrafo que en pocos minutos sería citado en todo el mundo:
“La piedad no se debe confundir con la compasión que sentimos por los animales que viven con nosotros; sucede, de hecho, que a veces se siente esto hacia los animales, y se permanece indiferente hacia el sufrimiento de los hermanos. Cuántas veces vemos gente muy unida a los gatos, a los perros, y después no ayudan con el hambre del vecino, la vecina, ¿eh? No, no. ¿De acuerdo?”
Inmediatamente han surgido voces que critican al Papa por su falta de compasión hacia los animales. Esas críticas son injustas. Por una parte, esa idea se encontraba ya en la encíclica “Laudato si’”, sobre el respeto a la casa común. Allí dice el Papa Francisco:
No puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos. Es evidente la incoherencia de quien lucha contra el tráfico de animales en riesgo de extinción, pero permanece completamente indiferente ante la trata de personas, se desentiende de los pobres o se empeña en destruir a otro ser humano que le desagrada. Esto pone en riesgo el sentido de la lucha por el ambiente” (LS 91).
Para ilustrar esta idea, el Papa recuerda a San Francisco de Asís, que alaba a Dios por las criaturas y también por aquellos que perdonan por su amor. En realidad “todo está conectado. Por eso se requiere una preocupación por el ambiente unida al amor sincero hacia los seres humanos y a un constante compromiso ante los problemas de la sociedad” (LS 91).
Pero esa conexión ha de verse también desde el otro lado. Por eso, añadía el Papa en la misma encíclica: “También es verdad que la indiferencia o la crueldad ante las demás criaturas de este mundo siempre terminan trasladándose de algún modo al trato que damos a otros seres humanos. El corazón es uno solo, y la misma miseria que lleva a maltratar a un animal no tarda en manifestarse en la relación con las demás personas. Todo ensañamiento con cualquier criatura es contrario a la dignidad humana” (LS 92).
Es bueno reflexionar sobre ese trípode que vincula al ser humano con los animales, con las demás personas y con el Dios del amor y de la vida. La ignorancia de una de esas relaciones tiene inmediatas consecuencias sobre las demás. El relato bíblico del paraíso nos ilustra sobre esa responsabilidad.  La ruptura con uno de esos polos significa y comporta un lamentable desgarrón en la armonía a la que todos somos invitados. 
                                                                                José-Román Flecha Andrés