LA
ESCUCHA Y LA ENSEÑANZA
“¡Ay de los pastores que dispersan y
dejan perecer las ovejas de mi rebaño!” Con esta lamentación divina, comienza
la primera lectura que hoy se proclama (Jer 23, 1-6). El Señor denuncia y
condena el comportamiento de los malos pastores de su pueblo. En lugar de
reunir a las gentes las han dispersado.
Así que el Señor mismo promete que será
el pastor de su pueblo: “Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los
países a donde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que
crezcan y se multipliquen”. No sólo eso,
sino que el Señor elegirá buenos pastores para que las ovejas vivan sin temor y
no se pierdan.
El oráculo profético se cierra con una
promesa muy importante. Dios anuncia la llegada de un descendiente de David,
que reinará como rey prudente y será reconocido por su amor a la justicia. La
imagen del pastor era muy conocida por un pueblo que se había formado
conduciendo a sus rebaños. Así que aquella
profecía mantuvo viva la esperanza del pueblo de Israel.
EL SENTIDO DE LA MISIÓN
El evangelio de hoy recuerda que Jesús
había enviado a sus apóstoles a una misión por los pueblos de alrededor. En
este momento regresan para reunirse con él. Antes de retomar la imagen del
pastor y aplicarla a Jesús, el texto ofrece unos detalles muy importantes sobre
él mismo y sobre el sentido de la misión evangélica (Mc 6, 30-34).
• En primer lugar, leemos que Jesús
invita a sus discípulos a subir a una barca y retirarse a un lugar tranquilo
para descansar junto a él. Para Jesús es más importante el “ser” que el
“hacer”. Junto al trabajo misionero, valora el descanso y la convivencia. Jesús
parece más interesado por las personas que por los resultados de su acción.
•
Además, de alguna manera se nos dice que para ser auténtica, la misión ha de
ser repensada, contrastada, evaluada. Pero no se trata de una evaluación
académica o sociológica. Es una evaluación “contada”. Los enviados por Jesús
vuelven junto a él para hacerle partícipe de sus experiencias. Jesús sabe y quiere escucharles. El Maestro
se hace discípulo.
•
Hay otro detalle importante. El texto nos dice que eran tantos los que iban y
venían que los discípulos no encontraban tiempo ni para comer. Es verdad que,
junto a la tentación de la acción continua, serpea también la tentación de la
“acedia”, como dice el Papa Francisco. Si Jesús no quiere la ociosidad, tampoco
quiere que sus discípulos mueran en el intento.
EL REGALO DEL TIEMPO
Pero al final del texto evangélico se añaden unas palabras que nos remiten a la
imagen del pastor: “Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de
ellos, porque andaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles con calma”
(Mc 6,34).
• Las gentes andaban perdidas. Anhelaban
escuchar una palabra de verdad y de vida. Seguramente eso es verdad también en
nuestro tiempo. No podemos ignorar el hambre y la sed de sentido que afligen a
tantas personas.
• Jesús es capaz de cambiar con
generosidad sus propios planes. No se hace sordo ante las necesidades de las
gentes. Jesús no considera como intocable el proyecto de descanso que había
pensado para él y para sus discípulos.
• Así que el Maestro se deja llevar por
la compasión y se dedica a la ardua y fatigosa tarea de enseñar a las gentes.
Pero no lo hace reflejando frustración. El tiempo es el don más importante que
podemos ofrecer a las personas. Y Jesús lo ofrece de todo corazón.
- Señor Jesús,
tú conoces el hambre de las gentes que buscan una palabra de verdad para vivir
con sentido su existencia. Ayuda a todos los que creen en tí y te siguen para
que puedan encontrar en tu intimidad la luz y la fuerza para guiar a sus
hermanos. Amén.
José-Román
Flecha Andrés