UN
RESPETO COMPARTIDO AL AMBIENTE
He
evocado muchas veces la inmensa emoción del día 7 de diciembre de 1965. Aquella
mañana se sometía a votación en la Basílica Vaticana la constitución pastoral
sobre la Iglesia en el mundo de hoy. Pero fue más sorprendente aún asistir a la
supresion de la mutua excomunión entre la Iglesia Católica Romana y la Iglesia
Ortodoxa. Los gestos afectuosos de Pablo VI y el Patriarca Atenágoras hacían
posible aquel milagro, don de Dios.
Estas memorias, ya históricas pero tan
importantes en el momento actual, vienen a cuento de la encíclica “Laudato si’”
del papa Francisco. Ya en la introducción se viene a decir que la preocupacion
por el medio ambiente nace de la fe cristiana, compartida por todos los que
creen en Jesucristo.
El
papa Francisco subraya este “ecumenismo ético”, al escribir que “también fuera
de la Iglesia Católica, otras Iglesias y Comunidades cristianas –como también
otras religiones– han desarrollado una amplia preocupación y una valiosa
reflexión sobre estos temas que nos preocupan a todos”.
Para
poner sólo un ejemplo destacable, el Papa recuerda que el Patriarca Ecuménico
Bartolomé pide que todos reconozcamos nuestros pecados contra la creación,
porque «un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un
pecado contra Dios».
Según
él, los problemas ambientales requieren soluciones no sólo técnicas sino morales. Hay que “aprender a
dar, y no simplemente renunciar. Es un modo de amar, de pasar poco a poco de lo
que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios. Es liberación del miedo, de
la avidez, de la dependencia».
Dando
un paso más en el camino de la fe cristiana, el Patriarca Bartolomé nos invita
a «aceptar el mundo como sacramento de comunión, como modo de compartir con
Dios y con el prójimo en una escala global. Es nuestra humilde convicción que
lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los
vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo
de nuestro planeta ».
Es
hermoso ver que el Obispo de Roma cita con tanto respeto al Patriarca
Ecuménico. Realmente son muchos y muy bellos los pasos que se han ido dando
desde aquel día penúltimo del Concilio Vaticano II. Junto al ecumenismo de las
verdades de la fe, es urgente el ecumenismo de las actitudes y de los
compromisos morales.
El
mundo es la patria común del ser humano. Y es, con todo derecho, la casa común
de los creyentes en Jesucristo. Una casa que se nos ha dado y una casa que
hemos de transmitir a las generaciones sucesivas.
El
respeto por el medio ambiente requiere un compromiso activo y concreto por
parte de todos los creyentes y no creyentes. Como escribían los filósofos
suizos hace pocos años, en este campo se descubre que el bien y el mal no
dependen de las leyes sino que responden al ser último de las cosas. Ojalá
podamos aplicar también esta convicción a las cuestiones relativas a la familia
y a la vida.
José-Román
Flecha Andrés
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