lunes, 22 de junio de 2015

CADA DÍA SU AFÁN - 28 de junio de 2015

                                                                   Miguel Angel Buonarroti. 1511. Pintura al freco. 280 x 570. Capilla Sixtina

EL MENSAJE Y LA SORDERA

Como sabemos, el papa Francisco ha estado impartiendo en las audiencias de los miércoles unas catequesis sobre la familia. Se parecen a las homilías de un párroco cualquiera. Hay muchas personas que han quedado maravilladas ante la catequesis  sobre la creación de la mujer y sus consecuencias para la convivencia familiar y el trato entre los sexos.  
Con todo, ante esa hermosa reflexión hay quien me pregunta algo como esto: “Si este texto es tan antiguo, ¿cómo es que la Iglesia ha permitido durante mucho tiempo esta diferencia tan abismal entre los hombres y las mujeres, o mejor dicho, como ha permitido tanto machismo en este mundo?”
Dejando a un lado las exhortaciones a los esposos que encontramos en la carta a los Efesios, es fácil recordar cómo San Ambrosio de Milán comentaba la creación de la mujer   en su obra “Los seis días de la creación”: “Cuando tu esposa llega tan atenta junto a ti, deja a un lado tus arrogantes sentimientos, tus groseros modales. Cuando tu mujer te exhorta  con ternura a la bondad, pon aparte la cólera. No eres un amo, sino un marido, no has tomado una esclava, sino una esposa. Dios ha querido que tú fueras el guía, no el déspota de un sexo inferior. Corresponde a sus atenciones, agradécele su afabilidad”.
Los que éramos monaguillos en nuestra parroquia antes del Concilio Vaticano II recordamos aquel tono solemne con el que nuestro Ritual Toledano se dirigía al marido en la celebración del matrimonio, para advertirle de su responsabilidad conyugal: “Fulano, esposa os damos y no sierva: amadla como Cristo amó a su Iglesia”.
Pero ya sabemos que es fácil acusar a la Iglesia. Eso le confiere a uno frente a sus amistades una especie de certificado de espíritu libre.  Es más fácil criticarla que corregir nuestras costumbres.
• Desde que salió del Cenáculo, la Iglesia nos invita a todos a vivir la caridad y el amor, pero todos nos hemos envuelto en un manto de egoísmo.
• Desde los tiempos de los apóstoles la Iglesia ha proclamado la igual dignidad de los hombres y mujeres, pero no terminan la esclavitud y el machismo. 
• Desde el primer paso de su peregrinación, la Iglesia predica la comprensión y el perdón, pero los rencores nos envenenan.
• Desde hace dos milenios, la Iglesia nos exhorta a todos a vivir de la fe, pero muchos de nosotros vivimos como si Dios no existiera.
• Desde hace siglos la Iglesia habla constantemente de los deberes de justicia, pero el mundo está lleno de corrupción.
• Desde siempre, la Iglesia propone el ideal de la fidelidad conyugal, pero nunca han faltado traiciones y adulterios.
• Desde el día de Pentecostés la Iglesia nos ha invitado a convertirnos de nuestros pecados, pero todos hemos aprendido a hacernos los sordos ante su mensaje.
No tenemos por qué extrañarnos. ¡Es tan fácil y ventajoso arrojar sobre la Iglesia las culpas por todos los desaguisados que hemos cometido y cometeremos!
                                                                                    José-Román Flecha Andrés