Viernes VI
Hch
18,9-18
Jn
16,20-23a MAYO 15
En
aquel tiempo dijo Jesús: “Os aseguro que vosotros lloraréis y estaréis tristes,
mientras que la gente del mundo se alegrará. Sin embargo, aunque estéis
tristes, vuestra tristeza se convertirá en alegría. Cuando una mujer va a dar a
luz, se angustia, porque le ha llegado la hora; pero cuando ya ha nacido la
criatura, la madre se olvida del dolor a causa de la alegría de que un niño
haya venido al mundo. Así también, vosotros os angustiáis ahora, pero yo volveré
a veros y entonces vuestro corazón se llenará de alegría, de una alegría que
nadie os podrá quitar. Aquel día ya no me preguntaréis nada”.
Preparación: El salmo responsorial nos sitúa en
el contexto de la Ascensión del Señor y nos invita a demostrar nuestra alegría
con cantos y trompetas: “Pueblos todos, batid palmas. Aclamad a Dios con
vítores de júbilo… Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de
trompetas. Tocad para Dios, tocad; tocad para nuestro Rey, tocad” (Sal 46,
2.6-7).
Lectura: Las dos lecturas de la misa de hoy
confieren paz y confianza a los discípulos de Jesús. En los Hechos de los Apóstoles, se recuerdan
las palabras que el Señor dirigió a Pablo en Corinto: “No temas, sigue hablando
y no te calles, que yo estoy contigo y nadie se atreverá a hacerte daño; muchos
de esta ciudad son pueblo mío”. En el evangelio, oímos de nuevo la promesa de
Jesús a sus discípulos: “Vosotros os angustiáis ahora, pero yo volveré a veros
y entonces vuestro corazón se llenará de alegría, de una alegría que nadie os podrá quitar.
Aquel día ya no me preguntaréis nada”.
Meditación: • “El Evangelio, donde deslumbra
gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría”. Así lo
proclama el Papa Francisco en su exhortación apostólica La alegría del Evangelio (n.5). Y para confirmar esta afirmación,
cita, entre otros textos, el final del evangelio que hoy se proclama. • El
mundo nos ofrece todos los días mil satisfacciones, pero no puede prometernos
la alegría. Jesús, por el contrario, no
nos ha propuesto satisfacción alguna inmediata y pasajera, pero nos ha abierto
el amplio horizonte de la alegría, que sólo por la fe podemos alcanzar.
Oración: “Oh Dios, por la resurrección de
tu Hijo nos has hecho renacer a la vida eterna. Levanta nuestros corazones al
Salvador, que está sentado a tu derecha, para que cuando venga de nuevo seamos
revestidos de una inmortalidad gloriosa”. Amén.
Contemplación: Una vez más nos encontramos en la
“sala de arriba”, donde Jesús ha celebrado la Pascua con sus discípulos. Vemos
a los discípulos preocupados por la suerte de su Maestro y preguntándose por el
sentido de sus palabras, que anuncian su ausencia y su retorno. Y contemplamos
a Jesús que les anima a pasar de la tristeza a la alegría. Una alegría firme,
que nadie les podrá arrebatar. Ante esa promesa, nosotros nos preguntamos si
nuestra alegría se fundamenta verdaderamente en la presencia del Resucitado
entre nosotros.
Acción: De nuevo podemos proponernos
ayudar a alguna persona a pasar una situación de duelo y a encontrar razones
para recobrar la paz y la alegría.
José-Román Flecha Andrés