Jueves III
Hch
8,26-40
Jn
6,44-51 ABRIL 23
Jesús
les dijo: “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre, que me ha enviado; y
yo lo resucitaré el día último. En los libros de los profetas se dice: ‘Dios
instruirá a todos.’ Así que todos los que escuchan al Padre y aprenden de él
vienen a mí. No es que alguien haya visto al Padre. El único que ha visto al
Padre es el que ha venido de Dios. Os aseguro que quien cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan que da vida. Vuestros antepasados comieron el maná en el
desierto, y sin embargo murieron; pero yo hablo del pan que baja del cielo para
que quien coma de él no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el
que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propio
cuerpo. Lo daré por la vida del mundo”.
Preparación: El
desierto es la tierra del despojo. Y de la más profunda verdad del ser humano.
El desierto fue para el pueblo de Israel el lugar del encuentro con su Dios. El
pan que entrega el Señor es fuente de vida.
Lectura: La primera lectura evoca la misión
evangelizadora de Felipe. Su fe es contagiosa y atrae a un viajero ilustre que
regresa de su peregrinación a Jerusalén. En el evangelio se recoge la reacción
de los judíos ante la revelación de
Jesús como el pan bajado del cielo. “¿Cómo dice que ha bajado del cielo?” Como
las gentes de Nazaret, los judíos no pueden reconocer como venido del cielo a
un hombre cuyos orígenes terrenos creen conocer. Jesús no parece extrañarse por
esa desconfianza. Conoce bien de dónde brota. No se la reprocha, pero marca el
camino recto para llegar a él.
Meditación: El texto evangélico pone en boca de Jesús
una frase negativa y otra positiva, en las que se contraponen el “nadie” y el
“todos”: • “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me ha enviado”.
Es imposible llegar a reconocer y aceptar por las propias fuerzas el mesianismo
de Jesús. Venir a Jesús es la clave y el sentido de la fe cristiana. • “Todo el
que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí”. Escuchar humildemente
al Padre celestial y dejarse guiar por su voluntad: ése es el requisito y la
condición para venir a Jesús.
Oración: Señor Jesús, te reconocemos como el
Mesías enviado por el Padre. Que el don de la fe nos ayude a buscarte y
encontrarte. Y que tu pan nos mantenga en la vida sin fin que brota de ti.
Amén.
Contemplación: De nuevo contemplamos a Jesús en la
sinagoga de Cafarnaún. Él se presenta a sí mismo como el pan de la vida: “Yo
soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para
siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”. • “Yo soy el pan vivo que ha bajado del
cielo”. Jesús es el nuevo maná que el Padre ha entregado al pueblo de la nueva
alianza. Gracias a él puede sostenerse
en su peregrinación. • “El que coma de este pan vivirá para
siempre”. Los que se alimentaron del maná pudieron satisfacer su hambre, pero
al fin murieron. En cambio, quien se alimenta del pan del Señor vive para
siempre. • “El pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”. El pan que
Jesús ofrece a su pueblo es su propia carne, es decir su propia vida. Él se
entrega por su pueblo y por todo el mundo.
Acción: Hoy nos preguntamos si, al celebrar
la eucaristía, somos conscientes de recibir como alimento la carne de Cristo,
su vida y el espíritu que nos hace vivir de su vida.
José-Román Flecha Andrés