Retablo catedral vieja de Salamanca
Lunes Santo
Is 42,1-7
Jn 12,1-11
MARZO 30
Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde
vivía Lázaro, a quien había resucitado. Allí hicieron una cena en honor de
Jesús. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa comiendo con
él. María, tomando unos trescientos gramos de perfume de nardo puro, muy caro,
perfumó los pies de Jesús y luego los secó con sus cabellos. Toda la casa se
llenó del aroma del perfume. Entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos,
aquel que iba a traicionar a Jesús, dijo: “¿Por qué no se ha vendido este
perfume por trescientos denarios, para ayudar a los pobres?”. Pero Judas no
dijo esto porque le importasen los pobres, sino porque era ladrón y, como tenía
a su cargo la bolsa del dinero, robaba del que allí ponían. Jesús le dijo:
“Déjala, porque ella estaba guardando el perfume para el día de mi entierro. A
los pobres siempre los tendréis entre vosotros, pero a mí no siempre me
tendréis”. Muchos judíos, al enterarse de que Jesús estaba en Betania, fueron
allá, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien Jesús había
resucitado. Entonces los jefes de los sacerdotes decidieron matar también a
Lázaro, porque por causa suya muchos judíos se separaban de ellos y creían en
Jesús.
Preparación:
Durante la Semana Santa leeremos los poemas
del Siervo de Dios que se encuentran en la segunda parte del libro de Isaías.
Hoy el Siervo se presenta como un hombre manso y humilde. En el imperio
babilónico el pregonero real rompía una caña y apagaba una lámpara, para
anunciar que se había decretado una pena de muerte. Pero el elegido por Dios “no quebrará la caña
cascada ni apagará la mecha vacilante”. Es el pregonero de la vida, llamado por
Dios para ser signo de su alianza y promotor de su justicia. Él abrirá los ojos
de los ciegos y sacará a los cautivos de la prisión. Esta figura misteriosa
preanuncia la misión de Jesús, elegido por Dios como testigo de su misericordia
y de su salvación.
Lectura:
El evangelio según san Juan dice que seis
días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, a casa de sus amigos Lázaro, Marta
y María. La despedida está marcada por un dramático contraste. Por una parte se
recuerda el costoso perfume de nardo con el que María unge los pies de Jesús.
El gesto anticipa de alguna manera su sepultura, como el mismo Jesús declara.
Pero, frente a la delicadeza de los amigos, se oye la amarga crítica de Judas,
escandalizado del homenaje que se tributa a su Maestro. Con un cinismo que se
repetirá en cada siglo, Judas aparenta preocuparse por los pobres, precisamente
él, que es recordado como ladrón por el mismo evangelista.
Meditación:
También nosotros nos encontramos hoy a seis
días de la celebración de la fiesta de Pascua.
Todo nos habla ya de los acontecimientos que vamos a celebrar en esta
semana. Esperamos que, también en nosotros y en nuestras comunidades, el Señor
se vea confortado por gestos afectuosos y hospitalarios. Y deseamos que el amor
al Señor no nos haga olvidar a los pobres con los que él se identifica.
Oración:
Con un corazón conmovido repetimos en este
lunes santo la oración litúrgica de este día:
“Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza y levanta
nuestra débil esperanza con la fuerza de la pasión de tu Hijo”. Amén.
Contemplación:
Contemplamos a Jesús en la casa de los amigos
de Betania. Jesús concede un significado especial a la unción con el perfume.
Según él, María anticipa ya los ritos funerarios que pronto habrán de aplicar
al Señor. Y así es, puesto que, al
mismo tiempo, se nos advierte de que el fin de Jesús está próximo. Baste para
recordarlo la conjura de los sumos
sacerdotes, decididos a matar no sólo a Jesús sino también a Lázaro, a quien el Señor ha devuelto
a la vida.
Acción: Recordamos la frase del Deuteronomio: “A los pobres
siempre los tendréis entre vosotros, pero a mí no siempre me tendréis”. Y nos
preguntamos a qué pobres hemos de socorrer durante esta Semana Santa.
José-Román Flecha Andrés