Is
29,17-24: “Sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos”
Mt 9,27-31:
“Ten compasión de nosotros, Hijo de David”
DICIEMBRE
5
Al salir
Jesús de allí, dos ciegos le siguieron, gritando: “¡Ten compasión de nosotros,
Hijo de David!”. Cuando entró en la casa, los ciegos se le acercaron. Él les
preguntó: “¿Creéis que puedo hacer esto?”. “Sí, Señor” -le contestaron.
Entonces Jesús les tocó los ojos y les dijo: “Hágase conforme a la fe que
tenéis”. Y recobraron la vista. Jesús les advirtió severamente: “Procurad que
nadie lo sepa”. Pero en cuanto salieron, contaron por toda aquella región lo
que Jesús había hecho.
Preparación: El profeta
Isaías utiliza imágenes muy vivas para anunciar el futuro de la esperanza. Por
una parte sueña con bosques frondosos. Y por otra, pregona que los sordos
podrán oír, los ciegos podrán ver, los oprimidos recobrarán la alegría y los
pobres se gozarán con el Santo de Israel. En la visión profética, los tiempos
mesiánicos reproducen la armonía del paraíso original: reinarán la paz y la
justicia, las gentes olvidarán sus malas intenciones y su necedad. El evangelio
proclama que con Jesús ha llegado ese tiempo de serenidad y de gracia. Ahí
están como prueba los ciegos a los que Jesús concede el don de la vista.
Lectura: Jesús ha
curado en Gádara a dos endemoniados. Ahora cura a dos ciegos. El evangelio
según San Mateo gusta de doblar los personajes que se acercan a Jesús para
subrayar el poder del Maestro y para garantizar el testimonio de los curados
por él. El relato que hoy se proclama
subraya algunos detalles importantes. Los dos ciegos siguen a Jesús por el
camino, lo reconocen como Hijo de David y suplican su compasión. Entran en su
casa, es decir en su intimidad. Confiesan una fe en Jesús, que se hace
misionera, puesto que los ciegos hablarán de Jesús por todas partes. En
realidad, este relato resume en esas cinco notas las características del discípulo. Ahí está
reflejada la figura del verdadero creyente.
Meditación: Muchos de
nosotros caminamos como a tientas. No logramos superar las tinieblas y la
oscuridad de que hablaba Isaías. Es como si para nosotros no hubieran llegado
los tiempos mesiánicos. No nos decidimos a seguir a Jesús. Nos avergonzamos de
creer en él y no nos atrevemos a invocarlo en público. Y, sin embargo, sólo él
puede dar a nuestros ojos la claridad para ver este mundo con unos ojos nuevos.
Es hora de preguntarnos cómo es nuestra fe. Porque la fe en Jesús es el
requisito necesario para alcanzar la salvación.
Oración: Señor
Jesús, te reconocemos como la luz del mundo. Bien sabemos que quien no te sigue
camina en tinieblas. Queremos seguirte por el camino. Da luz a nuestros ojos,
fortalece nuestra fe y permítenos anunciar tu nombre y tu verdad, para que
también nuestros hermanos tengan vida y la tengan en abundancia.
Contemplación: Hoy podemos
repetir lentamente la petición de los ciegos: “Ten compasión de nosotros”. Y
hacer silencio en nuestro corazón para escuchar su palabra: “Hágase conforme a
la fe que tenéis”. Estamos muy
acostumbrados a leer las frases en las que Jesús vincula la curación de los
enfermos a la fe que ellos demuestran. Lo mismo ocurre con el perdón de los
pecados. Estamos demasiado acostumbrados. Tenemos que detenernos a contemplar a
Jesús, como él nos contempla a nosotros. Él conoce nuestra fe. No podemos
mentirle ni tratar de mentirnos a nosotros mismos.
Acción: Seguramente podemos
abrir nuestro corazón a alguna persona para hablar con humildad sobre la forma
como entendemos la necesidad de seguir a Jesucristo, confiar en él y anunciar
su evangelio.
José-Román Flecha Andrés