CRISTO REY
Al
final del Año Santo de 1925, el papa Pío XI publicó su encíclica “Quas primas”,
por la que instituía la fiesta de Cristo Rey.
1. Constataba
el laicismo que a lo largo de los años se había ido difundiendo en la sociedad
en general y en los gobiernos. Señalaba el aumento de las discordias en
diversos ámbitos de la sociedad y la inestabilidad creada por las revoluciones.
Y lamentaba el deterioro de la institución y de la convivencia familiar.
Según
el Papa, la inestabilidad de las personas y todos aquellos desórdenes sociales
podían atribuirse al abandono de Dios y al olvido de la religión.
Ante
ese panorama, citaba las referencias que se encuentran en la Biblia con
relación a la realeza del Mesías. Es notorio que Jesús rehúye ser proclamado
como rey, mientras que ante Pilato afirma ser el rey de los que pertenecen a la
verdad.
2. Según
la fe cristiana, en Jesús de Nazaret se encuentran la naturaleza divina y la
humana. Pues bien, el papa Pío XI afirma que, en cuanto Dios, Cristo tiene la
soberanía divina. Y en cuanto a su humanidad ejerce una soberanía real sobre nuestra
inteligencia, sobre nuestra voluntad y sobre nuestro corazón.
• Cristo reina en las inteligencias de los
hombres, porque es la Verdad y porque necesitamos beber de él y recibir la
verdad.
• Reina en las voluntades de los hombres, porque
con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra libre voluntad y la
enciende en nobles propósitos.
• Y reina en
los corazones de los hombres porque, con su caridad, con su mansedumbre y benignidad, se hace amar como nadie ha
sido ni será tan amado como él.
3. Teniendo
en cuenta a la sociedad y la revelación bíblica, el Papa introduce en su
encíclica una observación sobre la capacidad educativa de las fiestas. Es evidente
que los documentos aparecen una sola vez, mientras que las fiestas se repiten
cada año.
En
consecuencia, Pío XI decide cerrar el año santo instituyendo la fiesta de Jesucristo
Rey. Según él, “si todos los fieles comprenden que deben militar
con infatigable esfuerzo bajo la bandera de Cristo Rey, entonces, inflamándose
en el fuego del apostolado, se dedicarán a llevar a Dios de nuevo a todos los
rebeldes e ignorantes, y trabajarán animosos por mantener incólumes los
derechos del Señor”.
4. Reconocer
y venerar a Jesús como Rey habría de afectar a toda la Iglesia, pero también a
la sociedad civil y a toda la humanidad.
Ha
pasado un siglo. Al grito de “Viva Cristo rey” fueron asesinados los mártires
de México y de España. El laicismo que Pío XI observaba se ha extendido cada
vez más.
Con todo, reconocer a Jesús como nuestro Rey y Señor puede hacernos más libres, más evangélicos y más decididos testigos de su verdad.
José-Román Flecha Andrés