lunes, 2 de junio de 2025

REFLEXIÓN - Solemnidad de Pentecostés. C 8 de junio de 2025

 

LA VIDA DEL ESPÍRITU 

 “Cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua” (Hch 2,11).  El texto recoge el asombro de las gentes de Jerusalén al oír a los discípulos del Nazareno que se dicen testigos de la resurrección de su Maestro.

Todos los peregrinos llegados a Jerusalén entienden el mensaje de la verdad. Babel significaba el endiosamiento humano y la confusión de las lenguas. Jerusalén inicia el milagro de la comprensión universal. Babel era el orgullo, la altanería y la confrontación. Pentecostés es el paso del Espíritu, la obediencia de la fe y la era del amor.

Con el salmo responsorial repetimos: “Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra” (Sal 103). Esa súplica refleja nuestro deseo de recibir el don de la vida.

San Pablo nos exhorta a pedir y disfrutar también del don de la unidad, puesto que “todos hemos bebido de un solo Espíritu”, como escribe él a los corintios (1 Cor 12,13).

ENVIADOS POR EL ENVIADO

El Señor resucitado abre ante los discípulos de la primera hora un horizonte universal: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo” (Jn 20,21). Un horizonte que se abre cada día ante los creyentes de hoy.

• Jesús es consciente de haber sido enviado por el Padre celestial. No se atribuye a sí mismo la misericordia que ha derramado a su paso. Nuestra humildad no se reduce a afirmar que no tenemos las capacidades que quisiéramos tener. La humildad es caminar en la verdad. Y la verdad es que del Padre celestial viene lo que somos, lo que tenemos y lo que esperamos.

• Y Jesús es consciente de la posibilidad y la necesidad de contar con sus discípulos para hacer visible la misericordia de Dios en todo tiempo y en todo lugar. Él los envía y los acompaña. Él está dispuesto a darles lo que ha decidido pedirles. Nunca deberían olvidar el don de la alegría los que se saben enviados por el enviado del Padre.

PERDONADOS PARA PERDONAR

El Evangelio de Juan que se proclama en esta fiesta de Pentecostés (Jn 29,19-23) nos recuerda tres aspectos del mensaje de Jesús, que anuncia la llegada de ese don del Espíritu:

 • “Recibid el Espíritu Santo”. No podríamos recorrer los caminos del mundo si no fuéramos movidos por su vendaval. No acertaríamos a transmitir las palabras del Señor. No llegaríamos a hacer visible su presencia sin la gracia del Espíritu.  

• “A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados”.  Jesús es el rostro de la misericordia de Dios. Él ha querido confiar a sus apóstoles el tesoro y la transmisión de su perdón. Solo el Espíritu puede hacernos testigos creíbles del amor y la ternura de Dios.

• “A quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Más asombrosa que la autoridad de perdonar es la responsabilidad de retener el perdón cuando los corazones se endurecen. El Espíritu ha de concedernos la gracia del discernimiento y del buen consejo.    

- “Ven, Espíritu divino, manda una luz desde el cielo… Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno”. Amén.

                                                                                 José-Román Flecha Andrés