LA ESPERANZA SEGÚN TEILHARD DE CHARDIN
El padre Pierre Teilhard de Chardin había dicho que su deseo
sería morir el día de la Resurrección del Señor. Y efectivamente murió en la
ciudad de Nueva York el día 10 de abril de 1955. Era el domingo de Pascua.
Han pasado setenta años desde aquel domingo. Poco después, la
Iglesia católica celebraría un Concilio, que recogería algunas intuiciones de aquel
paleontólogo y pensador.
Al final de su libro El
medio divino, Teilhard de Chardin dejó una frase memorable: “Cristianos, encargados tras Israel de conservar siempre viva sobre la
tierra la llama del deseo, tan solo veinte siglos después
de la Ascensión, ¿qué hemos hecho de la espera?”.
Según
Roger Garaudy, el padre Teilhard de Chardin, por su sentido de la vida y de la
historia, contribuyó de alguna manera al diálogo entre cristianos y marxistas.
Sin embargo, nunca podría aceptar la acusación marxista según la cual la
esperanza del más allá impulsa a los cristianos a ignorar las demandas del más
acá.
Según Teilhard,
el cristiano no puede volver las espaldas al mundo ni siquiera la libertad de
desconfiar del valor y de las esperanzas de este mundo. De hecho, en El medio divino escribe que "el
gusto llamado natural del ser es en cada vida la primera aurora de la
iluminación divina, el primer pálpito que se percibe del Mundo animado por la
Encarnación”.
Con toda
coherencia, escribió él que, para la Iglesia como para el cristiano, "la
espera, la espera ansiosa, colectiva y operante de un Fin del Mundo, es decir,
de una Salida para el Mundo, es la función cristiana por excelencia, y tal vez
el rasgo más distintivo de nuestra religión”.
Por ello parece
excesiva la crítica velada que H. Schlier ha dedicado a Teilhard de Chardin:
"Puesto que cada instante me exige y me dirige un reto, no hay sitio para
eufóricos sueños sobre el desarrollo del mundo hacia un punto Omega (en una
sola palabra malvada puede echarse a perder toda la evolución)".
También Hans Urs
von Balthasar califica como ambigua la reflexión escatológica de Teilhard,
quien le parece “cauteloso en sus aseveraciones sobre la esperanza cristiana”.
Se olvida que el
Concilio Vaticano II asumió esta frase de Teilhard de Chardin: “El porvenir de
la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras
razones para vivir y razones para esperar”. Y el papa Francisco ha citado en
Mongolia la belleza de “La misa sobre el mundo”, que Teilhard escribió por
aquellos desiertos.
¿Qué hemos hecho de la esperanza? La pregunta que Teilhard
dirigía a los cristianos sigue ahí. Y la respuesta depende de cada persona, que
se sabe creída, esperada y amada por Dios. De cada discípulo que descubre que
el sepulcro de Cristo está vacío.
José-Román Flecha Andrés