USAR Y GOZAR
Se
dice hoy con frecuencia que el encanto de los medios nos llega a fascinar y
cautivar de tal forma que dejamos de aspirar a los fines que deberían orientar
nuestra vida. El camino nos hace olvidar y hasta despreciar la meta a la que
debíamos dirigir nuestros pasos. Puede ser que ni siquiera tengamos muy clara
nuestra meta. O puede ser que la infravaloremos al compararla con los fabulosos
medios de que disponemos.
Es
bien conocido el juego que San Agustín nos presenta al contraponer las palabras
latinas “frui” (disfrutar) y “uti” (utilizar). En su obra “Sobre la doctrina
cristiana”, escribe él que “gozar es adherirse a una cosa por el amor de ella
misma”, mientras que “usar es emplear lo que está en uso para conseguir lo que
se ama, si es que debe ser amado”.
Ahora
bien, no siempre nos humaniza el uso de los medios. Puede ser que nos
distraigan demasiado y nos alejen de las tareas que nos han sido encomendadas.
O puede ser que utilicemos los medios para fines malvados. Según san Agustín, “el
uso ilícito más bien debe llamarse abuso o corruptela”.
Durante
un año santo, muchos de nosotros seremos peregrinos de una forma o de otra, así
que puede resultarnos muy iluminador el ejemplo que él nos ofrece.
Imaginemos
un peregrino tan apegado a su patria que no puede vivir fuera de ella. A lo
largo del camino, estará deseando volver a su casa y a su ambiente habitual.
Claro que para regresar y gozar de su tierra necesitaría un vehículo, que en
aquel tiempo solo podría ser terrestre o marítimo.
Sin
embargo, puede suceder que la amenidad o la belleza del camino o el mismo paseo
en el carro o en la nave le resulten al peregrino tan agradables que esas cosas
que debería tan solo utilizar lo distraen del deseo de regresar a su casa. En
realidad, el goce de los medios le haría olvidar hasta su patria, cuya dulzura
creía él que le haría feliz.
Pues
bien, este ejemplo no solamente es válido para el turista o el peregrino, que
mencionaba el papa Francisco en el mensaje para la Jornada Mundial de la
Juventud de este año. Puede ayudarnos a todos a reflexionar sobre nuestra vida
y sobre el orden de valores que hemos aceptado como bueno.
Todos
somos peregrinos que nos dirigimos a Dios en esta vida mortal. Si de verdad queremos
aspirar a esa patria en la que podemos ser bienaventurados y felices, hemos de
usar de este mundo, ciertamente, pero no debemos detenernos tan solo a gozar de
él.
Por
medio de las cosas creadas hemos de llegar a contemplar las cosas invisibles de
Dios. Es decir, por medio de las cosas temporales hemos de conseguir un día
disfrutar de las espirituales y eternas.
José-Román
Flecha Andrés