lunes, 2 de septiembre de 2024

REFLEXIÓN - Domingo 20 del Tiempo Ordinario. B 18 de agosto de 2024

 

COMPARTIR LA INTIMIDAD

“Venid a comer mi pan y a beber mi vino que he mezclado”. La Sabiduría de Dios ha preparado un banquete y ha enviado a sus criados para que inviten a todos los que encuentren por los caminos. El texto añade una exhortación que contiene una promesa: “Dejad la inexperiencia y viviréis; seguid el camino de la prudencia” (Prov 9,1-6). 

También el salmista nos invita a vivir y actuar con sensatez: “Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor. ¿Hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? Guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad;  apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella” (Sal 33).

San Pablo nos dirige una exhortación muy semejante: “Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos. Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere” (Ef 5,15-16).

COMIDA Y BEBIDA

Tras la multiplicación y reparto de los panes y los peces, Jesús recuerda en la sinagoga de Cafarnaúm el maná que alimentó a los hebreos en el desierto y se presenta  a sí  mismo como el pan bajado del cielo para dar la vida a los hombres.

De hecho, Jesús identifica su pan con su propia carne y sangre: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” (Jn 6,51-58). Además, explica su pensamiento con dos frases que apelan a  nuestro deseo de tener una vida plena: 

• “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. Con esta expresión negativa,  Jesús se nos entrega, bajo la imagen del cuerpo y de la sangre, como el alimento y la bebida que han de mantener en nosotros la vida nueva.

• “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día”.  Con esta expresión afirmativa, el Señor  nos propone el gran don de una vida que puede superar los límites del tiempo y de la muerte.  

VIVIR, CONVIVIR Y PERVIVIR

Además, en las palabras del Maestro, al don de la vida corresponde el don de la mutua pertenencia: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. La habitación es una imagen poderosa para reflejar la intimidad de una relación amorosa.

• “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Necesitamos un espacio que pueda ser nuestra morada. Más aún, nos pasamos la vida buscando un lugar espiritual para echar nuestras raíces. Un corazón en el que podamos descansar. Y eso es Jesús para el que se alimenta de su palabra y de su vida.

• “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Un día se presentó uno que pretendía seguir a Jesús. El Maestro le dijo que ni siquiera tenía donde reclinar su cabeza. Pero a quien se alimenta de su cuerpo y de su sangre Jesús le ofrece, casa y descanso. Es decir, puede  compartir la intimidad con el Maestro.

- Señor Jesús, tú sabes bien que deseamos ardientemente vivir de verdad, que necesitamos convivir con alguien en intimidad y que esperamos confiadamente llegar a pervivir para siempre. Al entregarte a nosotros en cuerpo y sangre, tú has querido ofrecernos esa triple posibilidad. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.

                                                                 José-Román Flecha Andrés