COMPARTIR LA INTIMIDAD
“Venid a
comer mi pan y a beber mi vino que he mezclado”. La Sabiduría de Dios ha
preparado un banquete y ha enviado a sus criados para que inviten a todos los
que encuentren por los caminos. El texto añade una exhortación que contiene una
promesa: “Dejad la inexperiencia y viviréis; seguid el camino de la prudencia”
(Prov 9,1-6).
También el salmista nos
invita a vivir y actuar con sensatez: “Venid, hijos, escuchadme: os instruiré
en el temor del Señor. ¿Hay alguien que ame la vida y desee días de
prosperidad? Guarda tu lengua del mal, tus labios de
la falsedad; apártate del mal, obra el
bien, busca la paz y corre tras ella” (Sal 33).
San Pablo nos dirige una exhortación muy semejante: “Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos. Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere” (Ef 5,15-16).
COMIDA Y BEBIDA
Tras la
multiplicación y reparto de los panes y los peces, Jesús recuerda en la
sinagoga de Cafarnaúm el maná que alimentó a los hebreos en el desierto y se
presenta a sí mismo como el pan bajado del cielo para dar
la vida a los hombres.
De
hecho, Jesús identifica su pan con su propia carne y sangre: “Mi carne es
verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” (Jn 6,51-58). Además, explica
su pensamiento con dos frases que apelan a
nuestro deseo de tener una vida plena:
• “Si no
coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en
vosotros”. Con esta expresión negativa, Jesús
se nos entrega, bajo la imagen del cuerpo y de la sangre, como el alimento y la
bebida que han de mantener en nosotros la vida nueva.
• “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día”. Con esta expresión afirmativa, el Señor nos propone el gran don de una vida que puede superar los límites del tiempo y de la muerte.
VIVIR, CONVIVIR Y PERVIVIR
Además, en las palabras del
Maestro, al don de la vida corresponde el don de la mutua pertenencia: “El que
come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. La habitación es una
imagen poderosa para reflejar la intimidad de una relación amorosa.
• “El que come mi carne y
bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Necesitamos un espacio que pueda ser
nuestra morada. Más aún, nos pasamos la vida buscando un lugar espiritual para
echar nuestras raíces. Un corazón en el que podamos descansar. Y eso es Jesús
para el que se alimenta de su palabra y de su vida.
• “El que come mi carne y
bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Un día se presentó uno que pretendía
seguir a Jesús. El Maestro le dijo que ni siquiera tenía donde reclinar su
cabeza. Pero a quien se alimenta de su cuerpo y de su sangre Jesús le ofrece,
casa y descanso. Es decir, puede compartir
la intimidad con el Maestro.
- Señor Jesús, tú sabes bien que deseamos ardientemente vivir de verdad, que necesitamos convivir con alguien en intimidad y que esperamos confiadamente llegar a pervivir para siempre. Al entregarte a nosotros en cuerpo y sangre, tú has querido ofrecernos esa triple posibilidad. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.
José-Román Flecha Andrés