lunes, 22 de julio de 2024

CADA DÍA SU AFÁN - 27 de julio de 2024

 EL OTRO CAMINO DE SANTIAGO

 “El cristianismo ha encarnado la defensa de todos los débiles, bajos y malogrados”.   A los cristianos esa frase nos parece un reconocimiento a la bimilenaria atención de nuestra comunidad a todos los que padecen hambre, sed, enfermedad o esclavitud. 

Pero ese aparente elogio a la caridad cristiana se debe a quien en el mismo contexto escribía: “¿Qué es bueno? Todo lo que acrecienta en el hombre el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo. ¿Qué es malo? Todo lo que proviene de la debilidad”.

  Como se sabe, Friedrich Nietzsche pensaba que el mundo es el hogar de los fuertes. A los débiles hay que hacerlos desaparecer. Por eso, al tratar de apoyar y defender a los más débiles, el cristianismo se habría hecho inhumano. La moral cristiana era inmoral.

En nuestra sociedad persisten esas ideas, así que es oportuno recordar a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo. Aquellos pescadores en el lago de Galilea aceptaron la llamada del profeta que anunciaba la llegada de un reino, en el que deseaban ocupar los puestos más relevantes.

 Ante aquella pretensión, Jesús les preguntó si estaban dispuestos a compartir el cáliz de la condena y de la muerte que él mismo habría de beber. La grandeza en el reino que anunciaba no coincidía con el poder, sino con la entrega de la propia vida.

Pues bien, según los Hechos de los Apóstoles, Jacobo o Santiago muy pronto sería asesinado por su fidelidad a aquel Mensaje. “El rey Herodes echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos. Hizo matar por la espada a Santiago, el hermano de Juan”.

A lo largo de los siglos, hemos luchado más por conseguir el poder que por aprender a servir a los desvalidos. Al recordar a Santiago, hay que evocar el ideal evangélico. Jesús nos recuerda el sentido que el poder y la grandeza tienen en el reino que él anunciaba:

 Según el Maestro, el honor y la gloria se consiguen por la atención a la dignidad de la persona: “El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor”. No es grande quien aplasta y avasalla a los demás, sino quien sabe vivir desviviéndose por los otros.

Jacobo o Santiago, hijo de Zebedeo y hermano de Juan, es para todos los cristianos un icono inolvidable. Aquel pescador refleja la vocación al discipulado y el fiel seguimiento al Maestro del bien y la verdad. 

Según Goethe, Europa se hizo peregrinando. En París o en Lituania encontramos la concha dorada que indica el Camino de Santiago. Son muchos miles los peregrinos que lo recorren y llegan cada día hasta Compostela.

Pero todos debemos descubrir y recorrer el otro camino de Santiago. Ese camino que comienza con la escucha de la llamada del profeta de Galilea. Ese camino que exige la aceptación de su doctrina, el servicio a los demás y la fidelidad al Maestro hasta el martirio.

                                                           José-Román Flecha Andrés