LA ALEGRÍA DE LA PASCUA
El día 29 de
marzo de 1964, el papa Pablo VI dirigía al mundo su primer mensaje de Pascua.
De él se pueden destacar al menos estas ideas:
1. La resurrección del Señor no es un hecho
aislado. Es más bien un acontecimiento que importa a toda la humanidad, pues la
persona de Cristo se proyecta hacia el mundo, con importancia y trascendencia
cósmica.
2. La resurrección afecta con un impacto tremendo
a todo hombre nacido en este mundo y le comporta consecuencias dramáticas. En
realidad, inunda por decirlo así el destino de toda la especie humana.
3. La resurrección de Cristo es un manantial del
que fluye el significado verdadero del drama humano. Es la solución del
problema del mal. Es el origen de esa nueva forma de vida que es el cristianismo.
4. La religión cristiana ofrece la plenitud de la
paz y de la alegría a quien la profesa sinceramente. Esa fe proyecta una
invitación, despierta un deseo, suscita una inquietud, señala una meta y
mantiene viva en el mundo la cuestión de la religión.
5. Cualquiera que fuera la actitud de la persona
con respecto a la religión, el Papa la invitaba a acoger el mensaje que interpela
al mundo con la resurrección de Cristo. Ese acontecimiento es un motivo para
creer en él y es objeto de esa misma fe.
6. La resurrección del Señor ilumina a la razón
humana, que busca y quiere ver y conocer la verdad. Su resurrección fundamenta la
verdad religiosa y motiva la fe que inunda el alma con el poder y la dulzura de
la palabra de Dios.
7. Pablo VI se dirigía a todos los hombres,
hijos, hermanos y amigos, para recordarles que “Cristo es la única alegría, la
verdadera alegría del mundo”.
8. Además, dirigía un especial saludo a todos los
que sufren: “Que quienes padecen hambre y sed de justicia, los que trabajan y
se fatigan, tengan una feliz Pascua de Resurrección, llena de consuelos”.
9. Enviaba también un mensaje a los jóvenes “Vosotros
que tenéis un instinto innato para la alegría, esperamos que sepáis encontrar
siempre la fuente de la alegría verdadera, más allá de lo sensible, más allá de
lo placentero, del brillo exitoso del mundo. Esa fuente está en la realidad
profunda de la vida que solo Cristo puede revelar”.
10. Finalmente decía a todos los cristianos: “Os
enviamos nuestro especial saludo de Pascua, para que sepáis apreciar lo que ya
tenéis, y deis al mundo el testimonio que necesita, el testimonio de la alegría
verdadera”.
Han pasado sesenta años. Pero aquel mensaje pascual, que repite una y otra vez la invitación a la alegría, sigue teniendo una sorprendente vigencia en el momento actual.
José-Román Flecha Andrés