CARTA SOBRE EL GOBERNADOR
En el librito “Ilustrísimos señores”, se recogieron en su día las cartas
que el patriarca Albino Luciani había escrito a célebres personajes en la
revista “Mensajero de San Antonio”. A Dickens le escribía: “Querido Dickens, soy un
obispo que se ha impuesto la extraña tarea de escribir cada mes... una carta a
un personaje ilustre”.
Pues bien, en agosto de 1972 dirigía su carta a don Gonzalo Fernández de
Córdoba, gobernador español del estado de Milán, mencionado por Manzoni en su
novela “Los novios”.
En su escudo aparecía un rey moro
encadenado por el cuello. Ante esa imagen Renzo comentó: “Esa cara quiere decir que
manda el que puede y obedece el que quiere”. Aquella observación le costó muy cara.
En su carta, Luciani advierte que por esa frase Renzo habría sido hoy
calificado de profeta, de carismático, de teólogo, y aquel gobernador español
sería tachado de represor de la dignidad y libertad humanas.
Además, evoca las revoluciones de aquellos años, que se manifestaban en la
guerrilla urbana y el terrorismo que dominada a la mayoría silenciosa y hasta
se infiltraba en el sistema educativo católico.
Se decía por entonces que la democracia occidental era un montón de
escombros y que el comunismo soviético estaba ya superado. Así que la tercera
vía, la de Mao, liberaría al mundo,
porque en realidad era la del Evangelio.
Pues bien, en este contexto, el arzobispo Albino Luciani examina cinco
conceptos que se habían convertido en lemas habituales.
• ¿Respeto a las personas? Sí, pero por mantener ese ideal del respeto, los
obispos no pueden descuidar el bien común, permitiendo la indisciplina y la
anarquía.
• ¿Más carismas y menos instituciones? Bueno, pero algunas instituciones
arrancan de Cristo y no se pueden tocar, aunque otras son humanas y han de ser
cambiadas, siguiendo la ley de la historia.
• ¿Más libertad y menos legalismo? De
acuerdo, pero también Cristo prescribió algunas normas. Y Pablo recuerda a los
Gálatas que han sido llamados a la libertad, pero esa libertad no ha de servir
de pretexto a lo que él llama “las obras de la carne”.
• ¿Corresponsabilidad? Sí. Los
pastores no han sido instituidos por Cristo para asumir en solitario el peso de
la misión salvadora de la Iglesia. Y los
laicos no reduzcan su corresponsabilidad a la protesta y ofrezcan propuestas
realistas y prácticas.
• ¿Diálogo? Lo pide el Concilio y hay que practicarlo con buena voluntad
por ambas partes. Pero el diálogo no es una varita mágica. “Sólo es útil en la
medida en que los dialogantes tienen confianza en él y observen sus justas
reglas”.
Ha pasado medio siglo. Tanto la situación mundial como la eclesial han cambiado notablemente. Aquel patriarca de Venecia fue elegido papa. Y ahora vemos que las intuiciones del ya beato Juan Pablo I siguen teniendo actualidad.
José-Román Flecha Andrés