EL HAMBRE Y EL PAN
“Dadles vosotros de comer”
(Lc 9,13)
Señor Jesús, con demasiada frecuencia tratamos de
ignorar el hambre que padecen tantos
millones de hermanos y hermanas a través de todo el mundo. Aun en los países
más desarrollados son innumerables las carencias de las gentes.
La cercanía de la guerra nos ha
hecho comprender que en unas tierras invadidas por un ejército extranjero no se pueden segar los trigales. No puede
exportarse el grano. Y por tanto, en otros muchos lugares las gentes no
podrán contar con el pan de cada día.
Los cuatro evangelios nos
transmiten la visión de aquella multitud que te seguía por los caminos y se
encontraba al final de la jornada sin el alimento necesario. El diálogo que tú
mantuviste con tus discípulos de entonces adquiere una vigencia impensada en
este tiempo.
“Dadles
vosotros de comer”. Tú prestabas atención a las necesidades
de las gentes. Y Nos dices que el pan de tu palabra alimenta a los espíritus,
pero ha de ir acompañado por el pan necesario para remediar la debilidad de sus cuerpos.
En este momento tú nos exhortas a
superar nuestra indiferencia. No es un buen discípulo tuyo quien no presta una
atención afectiva y efectiva a las carencias urgentes de las gentes y de los
pueblos.
Sabemos que tanto el hambre como el
pan son una metáfora válida para todo tiempo y lugar. Son muchas las personas
que padecen necesidad de aliento y compañía. Las que necesitan descubrir el
sentido de su vida.
“Dadles
vosotros de comer”. Tus palabras nos revelan que son muchas
las personas con las que hemos de compartir ese alimento que sobrepasa todas
las ofertas que se les presentan en este mundo y en esta cultura de la muerte.
Señor Jesús, te rogamos que
despiertes tú nuestra conciencia
adormilada. No permitas que ignoremos las necesidades de una humanidad como la
nuestra, que camina hambrienta y sedienta de paz y de justicia, de gracia y de salvación.
Amén.
José-Román Flecha Andrés