EL QUE PUEDE MÁS QUE YO
“Viene el que puede más que yo y no merezco
desatarle la correa de sus sandalias”
(Lc 3,16)
Señor Jesús, siempre me han impresionado esas
palabras que el evangelio pone en boca de Juan Bautista. Yo creo que en su figura es tan importante lo
que hace como lo que no hace.
Lo que hace Juan es invitar a sus gentes a la
conversión. Es verdad que esa decisión que él espera de su pueblo comporta reconocer
la maldad que ha venido a impregnar la vida de las personas y de la sociedad.
Por eso Juan denuncia las injusticias y los abusos de
las autoridades y los responsables de la seguridad. Allanar el terreno y
enderezar los caminos eran imágenes apropiadas para el cambio que él proponía.
Pero hay algo que Juan no haría jamás. No pretende
ganar un prestigio social. Se presenta
como una voz que clama en el desierto. Una voz que se escucha o que se ignora.
Solamente una voz.
Por otra parte, Juan no ignora que las gentes lo ven
como el Mesías esperado. Pero nunca caerá en la tentación de igualarse con él.
Juan es tan solo su precursor. Su misión es anunciar su venida y proclamar su
llegada.
María de Nazaret se consideraba como la esclava del
Señor. Juan Bautista ni siquiera se arroga el honor de servir como esclavo del
Mesías. No se considera digno de desatarle la correa de sus sandalias.
Señor Jesús, tu Iglesia se ha identificado a veces
con la figura de Juan. Su misión es la de anunciar con valentía y humidad tu
presencia y tu mensaje. Y eso le ha valido con frecuencia un martirio como el
de Juan.
Pero hoy, quiero yo examinar mi conducta a la luz
del ejemplo que nos ha dado el Bautista. Perdona si mi voz no es firme y
humilde, convencida y convincente al pretender proclamar tu palabra.
Perdona si mi conducta no es coherente con el
mensaje que debo proclamar. Y ayúdame a
comprender que soy tan solo un esclavo que no merece ni siquiera prestarte los
servicios más humildes. Amén.
. José-Román Flecha Andrés