CUANDO NO HAY AGUA NI JABÓN
El día 27 de septiembre de este año 2021 el
papa Francisco recibía en la Sala Clementina del Vaticano a los participantes
en la Asamblea general de la Pontificia Academia para la Vida, que tenía como
tema de estudio la
salud pública en el horizonte de la globalización.
Por supuesto, el Papa aboga por la creación de un eficaz
sistema público de salud donde no lo haya o por la conservación y mejora donde
ya exista.
Además, se refirió a la pandemia del Covid 19. De hecho,
afirmó que es imprescindible reflexionar
con calma sobre ella para examinar en profundidad lo que ha ocurrido y ver el
camino hacia un futuro mejor para todos. Según él, peor que esta crisis, es
solamente el drama de desaprovecharla. De una crisis no salimos iguales: o
salimos mejores, o salimos peores. Pero no iguales.
Es verdad que la
pandemia ha sido grave. A veces decimos que estamos ya cansados de oír hablar
de ella. Pero hay otros problemas muy graves de los que no se habla, como la
malaria y la tuberculosis. Olvidamos que la precariedad de las condiciones
higiénicas y sanitarias causa cada año en el mundo millones de muertes
evitables.
Deberíamos hacernos más responsables de las graves
condiciones en las que viven otras personas, por las que nos hemos interesado
poco o nada. En muchos lugares no sólo
faltan las vacunas, sino también el agua potable y el pan de cada día.
Es ridículo ver como los gobernantes aconsejan a los
habitantes de las chabolas que se higienicen varias veces al día con agua y
jabón. Pero ignoran que en las chabolas no hay agua y que no conocen el jabón. Les
advierten que no salgan de casa, pero no se dan cuenta de que para esos
pobres la casa es todo el barrio.
Así pues, es necesaria una distribución justa y universal
de las vacunas, pero se requieren los mismos criterios de justicia para las
necesidades de salud y de promoción de la vida. Porque la vida y la salud son
valores fundamentales para todos. Así que es preciso superar las desigualdades.
Por otra parte, hay que
redescubrir el derecho a la vida desde la concepción hasta su término
natural. Una vez más, el Papa afirmó que en este tiempo somos víctimas de una cultura
del descarte, que se manifiesta en la promoción del aborto y de la eutanasia.
El aborto es un homicidio. Y los ancianos
no pueden considerarse como
material de descarte.
Con estas prácticas estamos negando la esperanza. La
esperanza de los niños que nos traen esa vida que nos hace salir adelante. Y la
esperanza que está en las raíces que nos dan los mayores. Ahora bien, esta
doble traición a la vida no es solamente un problema de una ley o de otra, es
un problema de descarte. Y ese es un camino que no podemos recorrer.
Para concluir, el Papa nos recuerda que todos tenemos un
deber muy urgente: el de la defensa y la
promoción de la vida.
José-Román Flecha Andrés