SAN JOSÉ Y EL SEMINARIO
En muchas diócesis, en torno a la
fiesta de San José se celebra la jornada del seminario. Los obispos españoles
pertenecientes a la Comisión Episcopal para el Clero y los seminarios nos han
dirigido un mensaje que no podemos ignorar.
En este año jubilar dedicado a San José por el papa Francisco, los obispos quieren que la figura de San José
proyecte al menos tres rayos de luz sobre la formación de nuestros
seminaristas.
•
En primer lugar, vemos que san José, representó en la familia de Nazaret la verdadera realización de la paternidad como
imagen del único Padre, que es Dios.
Para los sacerdotes, ser padres debe significar representar al Padre
celestial entre los hombres, adoptándolos como hijos y dándoles la firmeza que
proviene de la fe en el Padre del Cielo.
Así que el seminario debe ser el
lugar para aprender el sentido del sacrificio de José, y de la entrega y la
vivencia de la paternidad personal como testimonio de la paternidad divina, que
garantiza la humanidad del hombre.
• En segundo lugar, vemos que san José es
un modelo de valentía, de humildad y
discreción, al proteger la vida de María y del futuro Mesías, en un momento de
amenaza de muerte.
Los sacerdotes están
llamados a discernir los caminos pastorales de la siembra evangelizadora y huir
de los peligros que se esconden en la mundanidad espiritual.
En el seminario habrá que
aprender el arte del discernimiento y la humildad, el valor del trabajo
compartido con los hombres en la vida real, y mantener el corazón abierto a
crecer en el amor, en una peregrinación continua con las comunidades a las que hay
servir.
• Por último, vemos que san
José fue también el preparador inmediato de la misión pública de Jesús, dando
testimonio del amor a la palabra de Dios, a la oración y a una vida virtuosa, y
a un oficio en el que podía realizar su servicio a los demás.
Los
sacerdotes están llamados a transmitir con fidelidad la palabra de Dios,
sembrando el Evangelio y la vida cristiana en la gran familia que es la
Iglesia, siempre en salida y siempre en misión.
En consecuencia, el seminario debe enseñar a los futuros sacerdotes a “estar
cerca de las personas, de los sufrimientos y las alegrías del Pueblo de Dios,
para consolar y restablecer las relaciones de libertad y de amor que construyen
la Iglesia”.
En esta hora de dolor y cansancio por la pandemia, frente a la tentación del desánimo y la desesperanza, sacerdotes y laicos podemos contar con la intercesión de María “madre de la esperanza”.
Y tanto los seminaristas como todos los cristianos podemos ver a José como el “padre de la memoria espiritual” y como un gran ejemplo para nuestra dedicación a los hermanos.
José-Román Flecha Andrés