BÚSQUEDA Y ENCUENTRO
“Aquí estoy. Vengo porque me has llamado”. El niño Samuel ha
quedado consagrado a Dios en el santuario de Siló. Durante la noche, oye una voz que le llama
por su nombre. Y se dirige al sacerdote Elí con estas palabras que reflejan su
disponibilidad (1Sam 3,3-10.19).
El sacerdote se limita a responder que él no ha llamado al
niño y lo invita a acostarse de nuevo.
Cuando el hecho se repite hasta tres veces, comprende que esa voz
misteriosa viene de lo alto. Así que, aconsejado por el sacerdote, cuando
Samuel se siente llamado de nuevo, responde como le ha sugerido Elí: “Habla
Señor que tu siervo escucha”.
Todos podemos hacer nuestra esa experiencia y responder con
el salmo responsorial: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” (Sal 39).
Si el pequeño Samuel escuchó en el templo la llamada de Dios, nosotros sabemos que nuestro cuerpo es templo del Espíritu, como nos dice san Pablo. Así que no tenemos que ir lejos para escuchar esa voz celestial (1 Cor 6,13-20).
EL DESEO
El evangelio de este segundo domingo del tiempo ordinario
nos recuerda que la llamada eterna de Dios se ha hecho presente en el tiempo
por medio de Jesús. Juan Bautista lo descubre entre las gentes y lo señala como
el Cordero de Dios. Andrés y otro de sus discípulos dejan al Bautista y lo
siguen.
Jesús les dirige una pregunta que podría parecer rutinaria: “¿Qué
buscáis?”. Pero esa es una pregunta que nos lleva a examinar nuestros deseos
más íntimos. Con frecuencia creemos que para satisfacerlos basta con buscar
bienes, puestos de poder o signos que difundan nuestra fama. Pero quien busca
satisfacciones no siempre encuentra la felicidad.
Los dos discípulos de Juan se limitan a preguntar a Jesús dónde vive. Y él responde con una invitación: “Venid y lo veréis”. Aquel encuentro con Jesús debió de llevarles a comprender que lo importante de Jesús no era dónde vivía, sino quién era. El evangelio es una lección también para nosotros. No importa buscar algo, sino encontrar a Alguien.
EL ANUNCIO
Los dos discípulos de Juan el Bautista comprendieron que las
palabras del Precursor los llevaban en realidad hacia el esperado por su pueblo.
Lo comprenden y se apresuran a anunciarlo a los demás. Así lo hace Andrés, dirigiéndose a su hermano
Simón:
• “Hemos encontrado al Mesías”. Los dos discípulos de Juan
han visto satisfechos sus deseos por la alegría de un hallazgo siempre soñado. Andrés
y su compañero han pasado ya de la búsqueda al encuentro. Han pasado del siervo
al Señor y del profeta al Mesías.
• “Hemos encontrado al Mesías”. Él pequeño Samuel había
escuchado la voz de Dios que se dirigía a él en la noche y en el ámbito del
santuario. Los discípulos de Juan encuentran al que es la Palabra de Dios a
pleno día y en el espacio abierto cerca del Jordán.
• “Hemos encontrado al Mesías”. El niño Samuel escuchó un
mensaje de Dios que él había de transmitir al sacerdote Elí. Los discípulos de
Juan escuchan al enviado de Dios y comprenden que han de anunciar a los demás la
riqueza de ese encuentro.
- Señor Jesús, nos pasamos la vida buscando algo que nos haga felices de verdad. Pero nuestras búsquedas nos dejan siempre insatisfechos. Nuestra fe nos enseña que tú eres la verdadera meta de nuestra búsqueda. Permítenos acompañarte y escuchar tu palabra, para que podamos anunciarte gozosamente a nuestros hermanos. Amén.
José-Román Flecha Andrés