“Convertíos porque está cerca el reino de los
cielos”
(Mt 4,17)
Señor
Jesús, el evangelio ha resumido el mensaje que tú repetías por las
tierras de Galilea en una sola frase: “Convertíos porque está cerca el reino de los cielos”
(Mt 4,17).
Convertirse
es un desgarro, que implica dejar algo a lo que nos sentimos fuertemente
vinculados. Quien se convierte decide cambiar la escala de sus valores y
preferencias. Convertirse significa abandonar esos lugares de refugio en los
que encontrábamos un poco de seguridad.
Con ello abandonamos ideas fijas, metas que parecían
necesarias y medios que creíamos imprescindibles. Para convertirnos necesitamos
dejar una comprensión de nosotros mismos. Quien se convierte es porque ha
descubierto que el ideal de la felicidad a la que aspira está en otra parte.
La conversión supone haber encontrado algo importante
y valioso. No hay conversión si no hay una búsqueda y un encuentro con algo que
nos atrae. O mejor, con alguien que nos propone la realización de nosotros
mismos. Convertirse es descubrir el rostro y el corazón que Dios ha soñado para
nosotros.
Tú, Señor, nos presentaste el ideal del reino
de los cielos. En realidad no hemos de convertirnos para que llegue pronto, sino
porque ya ha llegado y está entre nosotros. Contigo ha llegado el señorío de
Dios, que nos ofrece una nueva dignidad personal y los planos para un nuevo
diseño del mundo.
Ha llegado el reino del amor y por eso podemos
dejar nuestra indiferencia y nuestra apatía, nuestros celos y nuestra orfandad.
Estamos llamados a salir de nuestros burladeros y afrontar el riesgo de adorar
al invisible. Es la hora de abandonar la esclavitud para poder soñar con la
libertad del amor a Dios y el servicio a los hermanos.
Señor Jesús, ayúdanos a escuchar tu voz que nos
invita a la conversión y muéstranos la fuerza y el amor del Dios que nos ofrece
la paz de su reino. Amén.
José-Román
Flecha Andrés