LA IGLESIA ANTE LOS JÓVENES
En su exhortación Christus vivit, el papa Francisco afirma que “ser joven,
más que una edad es un estado del corazón” (ChV 34). Por eso añade que la
Iglesia, a pesar de su antigüedad, puede renovarse y volver a ser joven,
retornando a lo esencial del primer amor. Una tarea que resume en siete puntos.
1. Para ser auténticamente joven, la Iglesia tendrá que vencer dos
tentaciones: la de pretender detenerse en el pasado y la de creer que es joven
porque cede a todo lo que el mundo le ofrece. La Iglesia es joven cuando es
ella misma, cuando es capaz de volver una y otra vez a su fuente (ChV 35).
2. En la Iglesia, tenemos que “atrevernos a ser distintos, a mostrar otros
sueños que este mundo no ofrece, a testimoniar la belleza de la generosidad,
del servicio, de la pureza, de la fortaleza, del perdón, de la fidelidad a la
propia vocación, de la oración, de la lucha por la justicia y el bien común,
del amor a los pobres, de la amistad social” (ChV 36).
3. Son los jóvenes quienes pueden ayudar a la Iglesia “a
mantenerse joven, a no caer en la corrupción, a no quedarse, a no
enorgullecerse, a no convertirse en secta, a ser más pobre y testimonial, a
estar cerca de los últimos y descartados, a luchar por la justicia, a dejarse
interpelar con humildad” (ChV 37).
4. Los mayores necesitamos propiciar ocasiones para tener
cerca la voz y el estímulo de los
jóvenes. Tenemos que reconocer con
humildad que algunas cosas concretas deben cambiar. Para ello necesitamos
recoger la visión y aun las críticas de los jóvenes (ChV 38-39).
5. Hay que reconocer que a muchos jóvenes no les dice
nada la Iglesia. Han recibido algunos escándalos, ven que los ministros de la
Iglesia no captan la sensibilidad juvenil, que se les mantiene en un papel
meramente pasivo, y que la Iglesia no responde a las cuestiones actuales del
mundo (ChV 40).
6. Los jóvenes reclaman una Iglesia que escuche más, que
no se la pase condenando al mundo. “Para ser creíble ante los jóvenes, a veces
necesita recuperar la humildad y sencillamente escuchar, reconocer en lo que
dicen los demás alguna luz que la ayude a descubrir mejor el Evangelio” (ChV
41).
7. Una Iglesia viva
ha de prestar atención a las legítimas reivindicaciones de las mujeres que
piden más justicia e igualdad. Al mismo tiempo, no puede ignorar el tradicional
autoritarismo de los varones y las diversas formas de esclavitud, de abuso y de
violencia machista (ChV 42).
En consecuencia, es urgente pensar y soñar una Iglesia
llamada a mantenerse joven y a dejarse cuestionar e impulsar por la
sensibilidad de los jóvenes. Esta disponibilidad será fecunda para la Iglesia y
para los mismos jóvenes.