LA FIESTA DEL ESPÍRITU
La luz y la fuerza del Espíritu de Dios los ayuda a
entenderse entre sí. En efecto, el amor que es el primero de los frutos del
Espíritu nos ayuda a superar las divisiones. El amor nos hace salir de nuestro
individualismo. Gracias al amor podemos llegar a entendernos con nuestros
semejantes.
El
salmo responsorial contempla la acción de Dios sobre toda la creación. Y, de
paso, subraya la posibilidad de que el ser humano pueda leer en ella los signos
de la presencia de Dios. Así se dirige a
Dios el piadoso israelita refiriéndose a los seres vivientes: “Envías tu
aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra” (Sal 103).
San
Pablo afirma que nadie puede decir “Jesús es Señor si no es bajo la acción del
Espíritu Santo” (1 Cor 12,3). Él es el promotor del entendimiento entre todos
los creyentes. A pesar de nuestras diferencias, “todos hemos bebido de un solo
Espíritu” (1 Cor 12,13)
EL ESPÍRITU DEL PERDÓN
En
esta fiesta de Pentecostés el evangelio nos recuerda una vez más la primera
aparición de Jesús Resucitado a sus discípulos (Jn 20,19-23). El Señor se
presenta ante ellos con sus llagas. Sus palabras los invitan a extender a todos
los hombres el perdón de Dios:
-
“Recibid el Espíritu Santo”. Jesús les había dicho que el Espíritu sería para
ellos el Abogado y el Consolador. Gracias al Espíritu de la verdad, podrían
descubrir la hondura del misterio de Cristo. Tras la muerte y resurrección de
Cristo, se cumple aquella promesa.
-
“A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados”. En la noche de la
agonía en Getsamaní, los apóstoles habían abandonado a su Maestro. Pero Jesús
no se presenta ante ellos para juzgarlos y condenarlos, sino que les confía el
ministerio del perdón.
-
“A quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. El Resucitado confía a sus
discípulos la misión de iniciar un discernimiento sobre el mal y el bien, sobre
la obstinación en el mal y el arrepentimiento sincero y confiado.
ADMIRACIÓN Y ALEGRÍA
El
Espíritu nos ayuda a pasar de la admiración a Jesús al reconocimiento del
Cristo. Por eso nos atrevemos a invocar su venida:
• “Ven, dulce huésped del alma”. Como Abrahán acogió
en Mambré a los tres mensajeros celestes, así el Espíritu es acogido por el
creyente en la pobre estancia de la tienda en la que vive. Si no damos posada al
Espíritu, quedaremos vacíos y turbados.
•
“Descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de
fuego”. Todos andamos más cansados y agotados de lo que solemos reconocer. Pero el Espíritu de Dios da sentido a nuestro
trabajo y alegría a nuestro descanso.
•
“Gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos”. No es fácil consolar
al que sufre. La indiferencia o el
orgullo nos impiden ver el dolor humano con ojos de misericordia. Solo la luz del Espíritu de amor es manantial
de consuelo y de esperanza.
-
Oh Dios, vuelve tus ojos hacia esta humanidad. Derrama sobre ella los dones de
tu Espíritu, para que te descubra y te ame como a Padre y reconozca a Jesús
como Salvador y guía de esta vida nuestra que discurre sin descanso y sin
frutos. Amén.
José-Román
Flecha Andrés