¿Quién es esta que despunta como el alba, hermosa
como la luna, refulgente como el sol, imponente como un batallón?” Estos versos
tomados del Cantar de los Cantares (6,9) sirvieron a San Juan de Ávila como
base para un sermón predicado en la fiesta de la Natividad de la Virgen, que se
celebra el día 8 de septiembre.
Para no alargarse demasiado, el Santo se fijaba en
tres condiciones del alba, que constituyen otras tantas imágenes
aplicables a nuestra Señora.
• En primer lugar, la alborada anuncia el día y se
anticipa al amanecer, es decir a la aparición del sol sobre el horizonte.
También María “fue mensajera de aquel luciente sol que fue el nacimiento del
sol de justicia, Jesucristo nuestro Redentor”.
En realidad, María “no solamente fue mensajera, mas
aun madre por parecer en todo al alba, que se dice ser madre del sol”. De hecho,
todo el tiempo que Jesús anduvo por el mundo puede compararse con el día, en
que el sol anda sobre la tierra.
• En segundo lugar, el Santo compara el nacimiento
de María con el alba, que es la “madre del rocío”. Observa él que el rocío cae
sobre los campos, humedece la tierra y mitiga el calor, conservando las hierbas
en su frescor.
Pues bien, dirigiéndose a María, añade el Santo:
“Así en vos, Señora, llovió y cayó aquel
bienaventurado rocío, el cual con gracia humedece nuestras sequedades, hace
fructificar nuestras ánimas”.
• En tercer lugar, san Juan de Ávila subraya la
tercera condición del alba, que es ser enemiga de las tinieblas. Inmediatamente
después añade que estas tinieblas son la imagen de los pecados.
Con palabras recias, afirma el Santo que María es
enemiga del pecado, por más que sus pretendidos devotos sean aficionados a
rezos, romerías o candelas en su honor. Para agradar a María hay que
desprenderse de la arrogancia, de la soberbia, de los vicios y en concreto del
mal uso de la lengua.
El sermón de san Juan de Ávila está cuajado de citas
y referencias bíblicas. Es cierto que es una ardiente exhortación a los fieles
para que abandonen su vida de pecado.
Pero incluye una jugosa y bien fundamentada enseñanza sobre la fe cristiana.
La fiesta de la Natividad de María es evocada por el
pueblo cristiano con los múltiples títulos bajo los cuales venera a la Madre de
Jesús. Con todos ellos se compagina la oración que san Juan de Ávila incluye en
su sermón:
“¡Oh bendita Madre de Dios! ¡Cuán bien empleado es
cualquier trabajo por vos y por veros a la diestra de vuestro Hijo! ¿Qué
trabajo, Señora, no tomaremos? Pienso de verdad que una gran parte de la gloria
de los bienaventurados es ver a la serenísima Madre de Dios en el cielo ¿Qué
haremos, Señora, para veros? ¿En qué os serviremos?”.
Esos interrogantes nos interpelan también a
nosotros. Nuestra devoción a la Madre de Dios no puede quedar en palabras
vacías.