VIRGEN
DE LOS DOLORES
Tras
la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que tiene lugar el día 14 de
septiembre, la Iglesia católica celebra el día 15 la memoria de la Virgen de
los Dolores. En esa ocasión la Liturgia
de las Horas ha incluido algunos hermosos poemas castellanos.
Ya
el oficio de lectura, llamado de “Maitines”, comienza con un poema del
sacerdote Alberto Lista, que puede ser considerado como el mejor poeta del
siglo XIX: “Ve de la cruz pendiente, la Madre dolorida al Rey de eterna vida
que muere por mi amor; y el vaticinio triste de Simeón cumplido, deja en su
pecho herido la espada del dolor.
Estas
octavillas evocan las antiguas Lamentaciones
por la caída de Jerusalén, la presentación de Jesús niño en el templo de
Jerusalén y su reconocimiento por parte de Siméon, y por fin, el momento de la
muerte de Jesús. Además, el poeta exhorta al creyente a reconocer sus culpas y
a contemplar el llanto de María, la Madre dolorida.
Para
comenzar la oración de Laudes con la
que se inicia la mañana, la Liturgia de
las Horas recoge la antigua secuencia latina Stabat Mater dolorosa. Este poema que se remonta al siglo XIII ha
inspirado a grandes compositores, desde Palestrina a A. Dvorak, pasando por
Pergolesi, Boccherini y Haydn, hasta Schubert, Verdi y Rossini.
La
edición española de esta oración litúrgica presenta la versión de Lope de Vega
que refleja el sentido cristológico de esta meditación de la pasión de Jesús y
la devoción de los creyentes a la Madre
de la soledad:
“La
Madre piadosa estaba junto a la cruz y lloraba, mientras el Hijo pendía; cuya
alma, triste y llorosa, traspasada y dolorosa, fiero cuchillo tenía. ¡Oh cuán
triste y cuán aflicta se vio la Madre bendita, de tantos tormentos llena,
cuando triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena! Y ¿cuál
hombre no llorara, si a la Madre contemplara de Cristo en tanto dolor? ¿Y quién
no se entristeciera, Madre piadosa, si os viera sujeta a tanto rigor?”
En
otro romance “a la despedida de Cristo, nuestro bien, de su Santísima Madre”, el
mismo Lope de Vega termina con esta exhortación: “Contempla a Cristo y María,
alma, en tantas soledades, que ella se queda sin hijo y que él sin madre se
parte”.
A
la hora de la oración vespertina, la liturgia de este día de la Virgen de los
Dolores, ha incluido un expresivo poema de Gómez Manrique que recoge el lamento
de María:
“¡Ay,
dolor, dolor, por mi Hijo y mi Señor! Yo soy aquella María del linaje de David:
oíd, señores, oíd la gran desventura mía ¡Ay dolor! A mí dijo Gabriel que el
Señor era conmigo, y dejóme sin abrigo, amarga más que la hiel. Díjome que era
bendita entre todas las nacidas, y soy de las afligidas la más triste y más aflicta.
¡Ay dolor!”
En
estos versos, la soledad de María es reflejo de la soledad que todo creyente
siente alguna vez.
José-Román
Flecha Andrés