SOBRE LA VIDA Y LA FAMILIA
Desde hace medio siglo los países occidentales vienen
promulgando numerosas leyes que van modificando la comprensión misma de la familia
y de la sexualidad. Con ellas van generando en los ciudadanos la convicción de
que la normativa fundada en las leyes positivas puede modificar la misma
estructura de lo natural.
La doctrina de la Iglesia ha recordado en numerosas ocasiones
la verdad del ser humano y de la constitución y misión del matrimonio y de la
familia. Baste citar dos ejemplos:
1. Recordando su propia encíclica Veritatis splendor, en el marco catequético del rezo del Angelus, san Juan Pablo II aplicaba a la
familia una reflexión sobre la ley natural:
“El recuerdo de esta enseñanza incluida en la sagrada
Escritura particularmente en la carta a los Romanos, ha sido siempre importante
en la historia de la Iglesia y de la humanidad. En este año resulta muy
urgente, sobre todo con respecto a los deberes fundamentales relacionados con
la familia y la vida, tan estrechamente ligados entre sí.
En el Año de la familia hay que reafirmar, ante todo, el
derecho fundamental del hombre que es el derecho a la vida. No se puede anular
este derecho, por ejemplo legalizando la supresión de la vida humana,
especialmente de los que aún no han nacido”.
2. Por su parte, el papa Benedicto XVI, en su discurso
natalicio a la Curia Romana del año 2006, evocaba los cuatro viajes apostólicos
que había realizado aquel año. Recordando el viaje a Valencia, el Papa manifestaba
su preocupación por las leyes sobre las parejas de hecho y sobre la
relativización de la diferencia de sexos:
“Con esto son tácitamente confirmadas aquellas teorías
funestas que quitan toda relevancia a la masculinidad y a la feminidad de la
persona humana, como si se tratase de un fenómeno puramente biológico; teorías
según las cuales el hombre, es decir, su entendimiento y su voluntad, podrían
decidir autónomamente lo que él es o no es. Hay en ello una devaluación de la
corporeidad, de lo cual se sigue que el hombre, queriendo emanciparse de su
cuerpo –de la ‘esfera biológica’- termina por destruirse a sí mismo”.
He ahí dos textos solamente que reflejan la preocupación
pastoral de la Iglesia ante las falsas comprensiones de los datos de la
naturaleza, tal como son percibidos por la razón humana con relación al
matrimonio y a la familia.
Tanto en estos temas como en los que se refieren a las
modernas técnicas de reproducción humana asistida, cabe preguntarse en qué se
apoya la Iglesia para emitir su opinión. Pues bien, la Iglesia afirma una y
otra vez que el punto de apoyo de su reflexión no es otro que la misma constitución
de la naturaleza humana.
En cualquier tiempo y lugar, esta puede ser percibida por
la razón humana, aunque también puede ser iluminada por la fe. No es prudente
ignorar ninguno de estos dos focos de luz.
José-Román
Flecha Andrés