LA SANGRE DE LA ALIANZA
“Esta es la sangre de la alianza que hace el
Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos” (Éx 24,8). Con la sangre de las vacas ofrecidas en
sacrificio rocía Moisés a su pueblo, para ratificar el pacto que le ha ofrecido
el Señor.
Dios se presenta a su pueblo como el
liberador. Recuerda lo que ha hecho por él al sacarlo de la esclavitud de
Egipto y ponerlo en el camino de la libertad. En ese contexto, los mandamientos
no son una orden caprichosa. Resumen la tarea que ha de responder al don. Son
el itinerario que ha de recorrer el pueblo para ser verdaderamente libre.
Y la sangre derramada es el signo que
expresa la iniciativa gratuita de ese Dios que ha ofrecido a su pueblo una
alianza de colaboración, es decir un pacto de liberación.
Pero Cristo no ha usado la sangre de
machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia. Con su sangre purifica
nuestra conciencia de las obras muertas (Heb 9,11-15)
EL PAN
Jesús había previsto en Jerusalén un
lugar para comer la Pascua con sus discípulos. Mientras comían, tomo un pan,
pronuncio la bendición y se lo entregó; diciendo: “Tomad, esto es mi cuerpo”.
Como ha dicho el papa Francisco, “con
este gesto y con estas palabras, Él asigna al pan una función que ya no es la
de simple alimento físico, sino la de hacer presente su Persona en medio de la
comunidad de los creyentes” (7.6.2015).
• El pan era en aquellas horas con las
que se cerraba su camino terrenal, el sacramento de su entrega por nosotros y
por nuestra salvación.
• El pan es en este momento concreto de
nuestra historia, el signo que significa y realiza su presencia entre nosotros.
• El pan nos ha de comprometer siempre
a tratar de realizar la comunión fraternal entre todos nosotros.
EL VINO
Pero la sangre aparece también en el
relato evangélico que se proclama en esta fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo
(Mc 14,12-16.22-26). Tomando una copa, Jesús pronunció la acción de gracias y
la pasó a sus discípulos. Al gesto acompañaban las palabras de la revelación:
“Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”.
• San Fulgencio de Ruspe nos dejó
escrito que “los fieles que aman a Dios y a su prójimo deben beber el cáliz del
amor del Señor”.
• San Juan de Ávila predicaba que “el
mismo cuerpo que en la cruz estuvo, la misma sangre que se derramó, ese comemos
y esa bebemos, en memoria de aquella sagrada pasión que se celebró en remisión
de nuestros pecados”.
• El papa Francisco nos ha dicho que “el
Cristo que nos nutre bajo las especies consagradas del pan y del vino es el
mismo que viene a nuestro encuentro en los acontecimientos cotidianos: está en
el pobre que tiende la mano, está en el que sufre e implora ayuda, está en el
hermano que pide nuestra disponibilidad y espera nuestra acogida”.
- Señor Jesucristo, pan vivo que bajó
del cielo y vino que embriaga a los creyentes, ayúdanos a guardar fielmente la
alianza que nos ofrece el Padre y a construir el mundo de paz y de justicia que
el amor del Espíritu nos sugiere. Amén.
José-Román Flecha Andrés