LA ENTREGA DEL HIJO
“Juro por mí mismo –oráculo del Señor-: por
haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te
bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como
la arena de la playa” (Gén 22,16-17). El domingo pasado recordábamos el pacto
de Dios con Noé. La primera lectura de hoy nos presenta esta alianza de Dios
con Abraham.
A muchos ha escandalizado la decisión
de Abraham de sacrificar a su hijo Isaac. Seguramente, el texto trata de
mostrar la diferencia entre los hebreos y los pueblos cananeos. Si estos
sacrificaban sus hijos ante sus dioses de la fertilidad, el Dios de Israel solo
desea el gesto de la fe y la obediencia de los creyentes.
Pero este texto tan rico subraya
también la generosidad de Abraham que no dudaba en entregar a su hijo. Esa es
la grandeza y la radicalidad de la fe.
San Pablo atribuye esa generosidad al mismo Dios que entregó a su propio
Hijo por nosotros (Rom 8,31-36).
LA VOZ DE LO ALTO
El evangelio de este segundo domingo de
cuaresma retorna sobre la misma idea de la entrega del Hijo. Como todos los
años, en este día se ofrece a nuestra meditación el misterio de la
Transfiguración de Jesús en lo alto de un monte. Y, al igual que a sus
discípulos predilectos, también a nosotros
se nos invita a escuchar la voz que sale de la nube de su gloria: “Este
es mi Hijo amado, escuchadlo” (Mc 9,7).
• Jesús es el Hijo de Dios. En el monte
también nosotros descubrimos que Dios es Padre. En un mundo que desprecia la
paternidad, sabemos que no estamos huérfanos. En Jesús se nos revela la gloria
del mismo Dios, que se abaja hasta nuestra pobreza y nuestra miseria.
• Jesús es el Hijo amado por Dios. En
el monte también nosotros descubrimos que Dios es amor. En un mundo que vive en
la indiferencia, sabemos que nuestra causa le interesa. En Jesús se nos muestra
la ternura de Dios, que nos comprende y nos perdona.
• Jesús es el Maestro y el Profeta
enviado por Dios. En el monte también nosotros descubrimos que Dios nos habla.
En un mundo que se ve invadido por los falsos profetas, como ha dicho el papa
Francisco, sabemos que en Jesús podemos oír la palabra de la verdad.
EL TESTIMONIO
Con todo, no podemos permanecer siempre
en el monte, en el que se nos revela la gloria y la cercanía de Dios. También
nosotros tenemos que descender al valle de la cotidianidad y la rutina. Mientras
bajamos al llano, Jesús nos da un aviso.
• En primer lugar, nos exhorta a la
discreción. El llamado “secreto mesiánico”, tan característico del evangelio de
Marcos, se traduce hoy en la necesidad de ese testimonio cristiano que se expresa en la
coherencia de la vida.
• En segundo lugar, Jesús nos invita a
meditar el misterio de su entrega a la muerte y a anunciar a todo el mundo su
resurrección de entre los muertos.
- Padre de los cielos, Tú nos has
entregado a tu hijo amado. En él hemos descubierto tu gloria y tu amor. Gracias
a su vida, su muerte y su resurrección, queremos ser testigos de tu bondad y de tu gracia. Por el mismo
Jesucristo nuestro Señor. Amén.
José-Román Flecha Andrés