LOS NUEVOS CAUTIVOS
La Orden de nuestra Señora de
la Merced fue instituida en Barcelona, el año 1218, con el propósito de rescatar
a los cristianos que habían sido apresados por los turcos. Su carisma ha sido
el de la redención de los cautivos.
Pero la esclavitud no ha desaparecido.
Son muchas las personas cautivas y esclavas en este tiempo. A este drama dedicó
el papa Francisco su mensaje para la 48ª Jornada Mundial de la Paz, que se
celebró el día 1 de enero de 2015.
En él recordaba que “la
esclavitud, crimen de lesa humanidad, está oficialmente abolida en el mundo”. Y
afirmaba que “todavía hay millones de personas –niños, hombres y mujeres de
todas las edades– privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones
similares a la esclavitud”.
1. En primer lugar se refería
a los trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos de manera formal
o informal en todos los sectores.
2. Pensaba también en los
emigrantes que sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de
sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente.
3. Recordaba a las personas
obligadas a ejercer la prostitución, a las mujeres vendidas con vistas al
matrimonio o entregadas sin su consentimiento a un familiar después de la
muerte de su marido.
4. Mencionaba a los que son
víctimas del tráfico de órganos o son reclutados como soldados, para la
mendicidad, la venta de drogas, o la adopción internacional.
5. Y pensaba finalmente en todos los secuestrados y
encerrados en cautividad por grupos terroristas, puestos a su servicio como
combatientes o, sobre todo las niñas y mujeres, como esclavas sexuales.
Entre las causas de la
esclavitud veía el hecho de tratar a la persona humana como un objeto. Otras
causas son la pobreza, el subdesarrollo y la exclusión, la falta de acceso a la
educación, las escasas oportunidades de trabajo, la corrupción, los conflictos
armados, la violencia, el crimen y el terrorismo.
A pesar de la indiferencia
general, el Papa mencionaba a las congregaciones religiosas que promueven la
asistencia a las víctimas, su rehabilitación bajo el aspecto psicológico y
formativo, y su reinserción en la sociedad.
Para terminar con este fenómeno
se requiere un esfuerzo conjunto por parte de los diferentes agentes que
conforman la sociedad, como los Estados, las instituciones intergubernamentales,
las empresas y las organizaciones de la sociedad civil.
Finalmente, el papa Francisco
nos invitaba a todos a realizar gestos
de fraternidad con los que se encuentran en un estado de sometimiento. No
podemos ser cómplices de este mal. La globalización de la indiferencia nos exige
promover una globalización de la solidaridad y de la fraternidad, que los haga
reanudar con ánimo el camino.
En vísperas de su fiesta,
pidamos a nuestra Señora de la Merced que nos ayude a anunciar y mantener la
esperanza.
José-Román Flecha Andrés